Entre los retos a los que se enfrenta el coche autónomo, existe uno muy interesante que no parece tan obvio como otros del estilo al famoso dilema ético. De entre todas las situaciones a las que un coche debe hacer frente, el comportamiento de otros conductores ante un vehículo de estas características es quizás el más difícil de todos. Según se desprende de un estudio realizado al respecto, algunos conductores pueden aprovecharse de lo que saben sobre coches autónomos para intimidarlos, en cierta medida, una vez que se los encuentren ahí fuera.
De esta forma, ciertos conductores agresivos podrían tratar de intentar tener ventaja sobre los coches autónomos, pensando en su capacidad de reacción y su estilo de conducción defensiva y prudente, lo cual se convierte de manera inmediata en un potencial problema de seguridad vial. Teniendo en cuenta que los coches autónomos van a ceñirse invariablemente a las normas establecidas, es fácil para esos conductores agresivos encontrar maneras de someter a su voluntad a dichos vehículos.

Los coches autónomos no llevarán estos distintivos en 2018.
Por ejemplo, un adelantamiento será respetado siempre por el coche autónomo, lo que puede llevar a otros conductores a intentarlo siempre que lo deseen sin pensar en las consecuencias que podría tener para el vehículo inteligente. En teoría, esos coches no se verían sorprendidos por la maniobra, tal y como podría suceder en algún caso con conductores humanos, y simplemente reaccionarán de la manera más segura posible aun cuando el conductor agresivo los fuerce de alguna manera.
A la incertidumbre intrínseca de la conducción en cualquier circunstancia, en la que nos podemos encontrar cualquier situación inesperada en cualquier momento, hemos de añadir la variable más incontrolable posible: el comportamiento de los demás conductores. Por este motivo no es buena idea identificar o marcar a los vehículos autónomos para diferenciarlos de los coches tradicionales.
Es por eso que, cuando el programa piloto “Drive Me London” arranque en 2018, los coches no se diferenciarán en nada de sus versiones “pilotadas”. Los Volvo XC90 dispuestos para esta experiencia serán invisibles para los demás conductores, y en palabras de Erik Coelingh, el director técnico senior de Volvo, lo serán “tan solo para estar en el lado seguro. Estoy bastante seguro de que la gente va a desafiarlos si están marcados provocando frenadas realmente duras en frente de un coche autónomo, o se interpondrán en su camino”. Y además, esta es la clave:
Tienes que lidiar con cosas realmente extrañas en el tráfico real. Ese es el reto básico. Es fácil hacer una unidad de coche autónomo en sí, pero es realmente difícil de hacerlo seguro. El verdadero desafío es asegurarse de que el coche puede hacer frente a todas las cosas que pueden suceder en el camino, incluyendo el comportamiento humano.
La realidad es así de compleja, y en el caso de los retos del tráfico para los coches autónomos, el comportamiento humano es una de las dificultades más evidentes. Es posible que estos comportamientos (recordemos que tan solo son comportamientos sugeridos a partir de un estudio previo a la experiencia) se deban en parte al desconocimiento general de la tecnología y del propósito último de los coches autónomos, que es aumentar la seguridad y mejorar la eficiencia del tráfico. Más divulgación se hace necesaria.
Ver a los coches autónomos como una amenaza, o verlos como un vehículo con menos “derechos”, menos auténtico o un blanco fácil para el bullying automovilístico es un gran error. El vehículo autónomo cumplirá una función importante, y no tiene por qué ser incompatible en las carreteras con otros tipos de vehículos. Es progreso, es tecnología y sobre todo mejorará la seguridad vial de todos, mejorará la eficiencia energética global y contribuirá a mejorar las ciudades.
Vía | Enrique Dans