Cómo entender el Metaverso y la Web3 utilizando símiles con entornos que ya conocemos
En el mundo de la tecnología hay conceptos difíciles de entender. Pero, cuando están en pleno surgimiento y hay intereses de grupos o empresas de por medio, puede serlo más todavía. Decíamos hace algunos meses, por ejemplo, que el metaverso era una idea vaga, pero interesante y todo eso se ha mezclado –sin que tenga mucho que ver– con otros como la Web3 o los NFTs, donde para liar más el asunto hay ideas como las finanzas descentralizadas (DeFi), las criptomonedas y otras más complicadas todavía (DAO). Hasta Facebook se ha cambiado de nombre a Meta y anunciado su «metaverso como plataforma social», aunque no esté del todo claro cómo va a acabar la cosa.
Dando un paso atrás y utilizando algunos símiles y títulos bien conocidos, quizá sea más fácil entender muchos de estos fenómenos, que están a medio camino entre el entretenimiento, el coleccionismo, el negocio y en los que puede que haya importantes consideraciones económicas como tales –o no– o en los que quizá vaya a irle muy bien a algunos grupos, empresas o innovadores y no tanto a otros.
El metaverso
Actualmente podemos imaginar exitosos mundos virtuales de videojuegos como los de Minecraft, donde participan millones de personas como en ‘Fornite‘ o ‘League of Legends‘ (LoL), pero donde gran parte de la gracia es la creación del entorno y la interactuación pacífica. ¿Y si empezamos a pasar mucho tiempo allí haciendo todo tipo de cosas? Mucha gente dedicará buena parte de sus horas de entretenimiento a esos mundos simplemente porque los están creando ellos mismos, como cuando de niños jugamos a construir una choza o un fuerte y todo era confortable y seguro. Incluso hay quien gusta de dedicar horas y horas simplemente a ver jugar a otras personas –como hacemos los adultos con el fútbol y otros deportes– siendo quizá el mejor ejemplo el de los youtubers: los más famosos y que más audiencias acumulan comenzaron retransmitiendo sus partidas en Minecraft y sitios similares.
Las economías virtuales
De este modo, la gente pasó a poder comprar personajes, accesorios, skins (trajes y otras modificaciones del aspecto) o tierras, así como poderosas armas, hechizos o «monedas de oro» con las que hacer compras dentro del juego, todo a cambio de dinero real (dólares o euros). Esto llevó también a que en algunos países en desarrollo, a falta de un trabajo real fuera rentable dedicar muchas horas a uno de estos juegos multijugador masivos para hacerse con accesorios, subir niveles, acaparar tierras y luego venderlos a cambio de dólares contantes y sonantes. Es difícil calcular cuánta gente vive de su «trabajo» en mundos virtuales, pero se sabe que no son pocos.
La Web3
Lo primero es que hay que aclarar que hay dos Web3. La primera sería la Web semántica o Web 3.0, que desde hace tiempo se ha considerado como una extensión de la World Wide Web (WWW) tradicional (que sería algo así como la Web 2.0 actual con páginas de contenidos + interactuación + redes sociales) pero añadiendo un factor semántico que haría más fácil que los algoritmos, máquinas y agentes inteligentes interpreten los contenidos que generamos las personas. En ello más o menos estamos al navegar por Internet hoy en día. La otra, llamada simplemente Web3 (sin espacio separador) es la que está más de moda en estos tiempos y sería la Web de la economía descentralizada, los tokens y las cadenas de bloques; su nombre salió de gente del mundillo de las criptodivisas.
Si nos centramos en la Web3 podemos entenderla como una economía paralela a la del mundo real, en la que no hay bancos centrales, gobiernos que regulen cómo funciona el dinero y todo está descentralizado. En donde se utiliza «dinero del Monopoly» –útil mientras se está en los juegos, el universo o la economía en cuestión, pero de incierto valor cuando se está fuera de él– y unos tokens, que son simplemente datos que representan «cosas» de las que la gente puede ser propietaria, protegidos mediante la seguridad de las criptodivisas.