Inteligencia artificial para apreciar el arte y otros detalles sobre el comportamiento de quienes visitan museos
La Agencia Nacional de la Nueva Tecnología y el Istituzione Bologna Musei han puesto en marcha el proyecto ShareArt que combina arte e inteligencia artificial para medir el interés de las obras según el comportamiento de las personas que visitan los museos. Su fundamento podría servir para muchas otras situaciones en las que hay hay que observar el comportamiento humano sin necesidad de interactuar como las personas, como son los sitios con multitudes, los conductores al volante o el público de una sala de cine.
ShareArt es de momento un dispositivo del tamaño de un smartphone que se instala junto a los cuadros, cerca de la cartelería explicativa, que incluye una pequeña pantalla con indicadores y una cámara. La cámara capta a las personas que están observando la obra y almacena los datos en una aplicación con la que se lleva a cabo posteriormente un análisis que mide varios aspectos de su comportamiento.
Los datos más básicos que pueden mostrar las estadísticas son el tiempo que la gente pasa mirando el cuadro, a qué distancia, el número de personas de los grupos y algunos datos demográficos como el sexo o el grupo de edad, de forma aproximada. El análisis facial también permite estudiar sus reacciones emocionales: si están contentos, confundidos o fruncen el cejo porque algo no les gusta.
Esta labor es algo que ya hacen los comisarios de los museos con su experiencia y observaciones, o como en algunas tiendas, con paneles en los que se pulsa un botón con una carita alegre, triste o indiferente. Pero los sistemas de inteligencia artificial son especialmente hábiles para encontrar patrones allá donde los humanos no los buscamos o apreciamos y alguna sorpresa puede surgir. Lo que los investigadores intentan es «valorar nuevas formas de apreciación del arte», que quizá se hayan pasado por alto. Desde luego datos van a tener a mansalva.
Una aplicación directa del ShareArt es que incluyeron un detector de mascarillas para comprobar si los visitantes respetaban las normas de higiene y distanciamiento social de la Covid-19; el sistema cambiaba una luz de verde a rojo para avisar de la situación a quien observaba los cuadros si no llevaba la mascarilla puesta. En unos pocos días comprobaron que todo iba bien, la gente usaba las mascarillas y la mayoría de las personas iban solas y no en grupos.
Este tipo de herramientas se han utilizando también en supermercados con fines de mercadotecnia y podrían tener su hueco en salas de cine o teatro o incluso en los vehículos que conducimos. En todos estos entornos permitiría aprender más sobre en qué aspectos de la conducción recae la atención de las personas y hasta cuál es su estado de ánimo, algo se ha venido probado de otras formas con aspectos tan concretos como alertar al conductor si corre el riesgo de quedarse dormido, entre otras.