La invención del control de crucero: una genialidad de un inventor que no podía conducir porque era ciego

El nombre de Ralph Teetor probablemente no sea muy conocido ni diga nada a mucha gente, pero si hablamos del inventor del sistema de control de crucero que equipa a la práctica totalidad de vehículos modernos, la cosa cambia. Y es que pocas veces un invento ha resultado tan práctico y universal –a lo que se suma su curioso origen, tan peculiar como su propio inventor, que para empezar no podía conducir porque era invidente.

Las enciclopedias y la biografía de Teetor (1890-1982) nos cuentan parte de esta historia. Estamos hablando de un ingeniero que superó las dificultades de ser invidente desde que sufrió un accidente a los cinco años. Pero en su adolescencia ya era capaz de montar las piezas de un coche guiándose por el tacto, con la ayuda de su primo. Estudió y se graduó como ingeniero, lo que le permitió comenzar una exitosa carrera profesional en la que fabricó motores y otros componentes electromecánicos. Fundó la Perfect Circle Corporation, una empresa de piezas para coches –especialmente pistones– pero de su mente salieron muchas más invenciones, tal y como cuenta la gente de Great Big Story en un simpático vídeo de un par de minutos.

La idea del control de crucero le sobrevino en los años 40 mientras viajaba en automóvil con su abogado, que hacía las veces de conductor –porque él lógicamente no podía manejar el vehículo por la calle. Debido a que la velocidad estaba limitada a 35 millas por hora (unos 55 km/h) –era época de guerra y se pretendía ahorrar en combustible y neumáticos– a su amigo le costaba mucho respetar el límite, por lo que estaba constantemente frenando y acelerando –con las consiguientes molestias para su acompañante y el resto de ocupantes del vehículos, que acababan mareados. Ralph Teetor pensó que esto podría evitarse con un sencillo dispositivo que mantuviera una velocidad constante y así nació el control de crucero.

El Speedostat, que es como llamó originalmente al invento, recibió la patente #US2519859A bajo el título “Dispositivo de control de velocidad para mantener el funcionamiento estable del acelerador“. La patente ya incluía además las dos ideas: por un lado mantener una velocidad constante y por otro impedir superar una velocidad preestablecida. Es de justicia decir que una idea similar también la manejaban los coches de principios del siglo XX, donde se podía “fijar” la mezcla de combustible del vehículo, lo cual –más o menos– mantenía la velocidad estable siempre que se circulara “en llano”.

En 1958 el Chrysler Imperial fue el primer coche que incluyó el Speedostat como opción, aunque era considerado un pequeño lujo al precio equivalente hoy en día de unos 440 euros. El sistema era mecánico, con cables, un solenoide que comprobaba la velocidad de las ruedas y una pieza que actuaba sobre el control del acelerador y el carburador. Hoy estos controles son electrónicos y mucho más sofisticados. Naturalmente ya no son ningún lujo, sino parte del equipamiento estándar de casi todos los vehículos. Pero ahí queda el dato curioso de este ingenioso inventor que sin siquiera poder conducir nos legó algo que hoy en día va en el equipamiento de casi todos los coches.

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