Recuperar el hielo del Ártico recongelando grandes zonas: una idea científica con tecnologías innovadoras
El Ártico actúa como indicador global del cambio climático y lleva tiempo diciéndonos que algo no anda bien en nuestro planeta. Debido al cambio climático y la acción humana se está calentando cuatro veces más rápido que el resto del planeta. Este proceso amenaza con desencadenar efectos globales devastadores, que van desde el aumento del nivel del mar hasta eventos climáticos extremos, como las recientes danas, cada vez más frecuentes y destructivas.
La reflectividad del Ártico: un ciclo sin fin
Soluciones para todos los gustos
Hay distintas formas de abordar el problema y con enfoques distintos, como hacen la británica Real Ice y la estadounidense Arctic Ice Project.
Real Ice trabaja en el problema del «deshielo acelerado» con la idea de mitigar en parte los impactos del calentamiento global. Su idea: bombear de las profundidades el agua que hay debajo del hielo marino y congelarla en la superficie, aumentando así el grosor del hielo.
Otros, como los científicos que trabajan en el Arctic Ice Project, plantean recuperar las zonas desheladas del Ártico mediante el despliegue de unas microesferas de vidrio, que no afectarían a los organismos marinos, pero aumentarían la reflectividad de amplias zonas. Esto haría disminuir la temperatura e incluso volvería a congelar algunas zonas.
Aunque innovadoras, estas ideas resultan un tanto controvertidas entre la comunidad científica. Por esta razón, ambos grupos están realizando pruebas a ver cuál es el comportamiento sobre el terreno de su tecnología y estudiando su viabilidad.
Esferas microtecnológicas al rescate
- Están compuestas principalmente de sílice (silicio y oxígeno).
- Tienen una alta reflectividad.
- Causan un bajo impacto ambiental.
- Tienen un bajo coste de producción.
Los estudios preliminares calculan que se podría reducir la tasa de derretimiento del hielo en un 30%. En estos estudios se incluyen las investigaciones ecotoxicológicas que sugieren que estas microesferas no afectan negativamente a los organismos marinos del Ártico.
Drones en el Ártico, allá donde no llega la mano humana
Por otro lado, los científicos e ingenieros de Real Ice han diseñado y fabricado prototipos de equipos de bombeo que en realidad son drones subacuáticos de unos 2 metros de longitud. Son completamente eléctricos y están diseñados para operar en temperaturas extremas y resistir las duras condiciones del Ártico. Están alimentados por hidrógeno verde, una alternativa sostenible y limpia que reduce el impacto ambiental del proyecto.
Los drones perforan el hielo desde abajo y extraen agua del océano Ártico hasta la superficie. El agua bombeada se dispersa sobre la superficie del hielo marino, formando charcos que se congelan rápidamente y crean una capa adicional de hielo. Al retirar la capa de nieve aislante del hielo se estimula el crecimiento adicional de la capa helada mediante la exposición directa al aire frío.
La aplicación a gran escala
En Cambridge Bay, el equipo de Real Ice logró añadir unos 50 cm de grosor a las zonas tratadas entre enero y mayo de 2024. Imaginan una gigantesca flota de unos 500.000 drones para cubrir un área de un millón de kilómetros cuadrados, más o menos el doble que la superficie de toda España.
En el caso de Arctic Ice Project, Svalbard será la primera intervención de campo a escala real, pero mientras tanto se están realizando simulaciones con modelos climáticos avanzados. Lo que se ve en estas simulaciones es que las microesferas podrían no solo ralentizar el deshielo, sino también hacer que se recongelen las regiones circundantes. Todavía hay que comprobarlo a escala real, pero hay indicaciones de que podría funcionar.
Proyectos que llegan mucho más allá
Este tipo de investigaciones no queda sólo en manos de los científicos: también requiere de cooperación internacional y de la opinión de las comunidades indígenas del Ártico, que poseen ciertos conocimientos esenciales sobre el ecosistema de la zona. La intención es que estas intervenciones climáticas sean no solo efectivas sino también «culturalmente responsables», con los más altos estándares éticos y de sostenibilidad. De funcionar, serían como un rayo de esperanza –reflejado, eso sí– para abordar la crisis climática con una combinación de ciencia, tecnología y conocimientos humanos.
Fotos | (CC0) PxHere