A falta de espectadores presenciales, buenos son los virtuales
En la extraña situación actual en la que se encuentran los eventos multitudinarios de todas partes del planeta hay quien ha hecho del ingenio necesidad. Tan pronto como se supo que pasaría un tiempo hasta que los aficionados al deporte pudieran congregarse de nuevo en los estadios surgieron unas cuantas ideas ingeniosas de cara a las retransmisiones –en las cuales el público es también una parte importante. Hoy en día ser multitud es algo inconcebible, porque normalmente una multitud requiere presencia. Pero he aquí que siendo «multitud virtual» puede solucionarse fácilmente.
Este es el caso de deportes como el baloncesto de la NBA o el béisbol de la MLB estadounidenses. Mientras solucionaban la ineludible presencia de los protagonistas –los jugadores que están cerca y en contacto– con fórmulas como las burbujas de aislamiento y los grupos sociales reducidos (plantilla, entrenadores y técnicos cercanos) pasando semanas y meses sin contacto con el exterior, informáticos y creativos se ocupaban del resto del espectáculo. Y esto incluía al público, naturalmente. Porque, ¿qué es un partido sin público animando en las gradas? ¿Sin el griterío y sin el colorido de quienes suelen acudir a animar a cada evento?
Una de las fórmulas es la que han desarrollado la NBA y Microsoft, con la creación de «una nueva experiencia» que incluye la presencia de los aficionados virtuales a través de Microsoft Teams, el software de videoconferencia y colaboración de la compañía, una especie de Skype o Zoom para profesionales. Han ampliado lo que llaman el Modo Juntos (Together Mode) que inicialmente se había concebido para multiconferencias y eventos educativos en oficinas para dar cabida a más personas.
Con la instalación de pantallas LED de cinco metros de altura en los laterales de la cancha el software puede reunir hasta 300 aficionados en «asientos virtuales», cada uno de los cuales está en su casa y simplemente necesita un ticket especial con un código para participar. Para ambientar se combinan todos los sonidos individuales en un runrun de fondo y se puede ver cómo la gente sigue con la mirada las jugadas, reacciona al instante a los movimiento del balón en los jugadores o salta de su silla.
La ventaja de este sistema es que el resultado es mucho más creíble… siempre que no haya que fijarse demasiado en los detalles. Los «muñecos 3-D» son todos diferentes, pueden moverse individualmente en sus asientos, levantarse, e incluso hacer la ola. También pueden reaccionar a las jugadas, «vestirse» con los colores de uno u otro equipo y comportarse tal como les ordene desde el centro de control. Además de las imágenes ese centro controla el sonido, donde se mezcla el sonido real con clips de audio de ambiente y de reacciones a jugadas de otros partidos, para crear una especie de «audio virtual» que no es auténtico pero, paradójicamente, sí más «realista».
Todo esto simplemente para evitar esa extraña sensación de que los estadios estén vacíos. Es una lucha del ingenio y la tecnología cuando no hay otra opción ni gente real, porque apretujarse en las gradas de un estadio ya no es una opción. Aficionados que están lejos físicamente, pero cerca en su espíritu… Virtual, en este caso.