Realismo total y telepresencia gracias a ingeniosos mecanismos y simulaciones
El equipo alemán de Holotron Technologies está trabajando en una solución a uno de los más típicos problemas de la realidad virtual (RV) y la telepresencia: conseguir que la persona que la está utilizando experimente las fuerzas del mundo físico a la hora de moverse, ya sea caminando, corriendo, conduciendo o incluso deslizándose o cayendo al vacío.
El prototipo tiene mucho de ingenio y también de tecnología: un exoesqueleto de medio cuerpo (de cintura para abajo) del que cuelga la persona que lo está utilizando. Es un poco parecido a lo que hemos visto en películas de ciencia-ficción y robots gigantes al estilo ‘Ready Player One‘ o ‘Pacific Rim‘. El exoesqueleto hace dos cosas:
- Registrar los movimientos de la persona
- Proporcionar la retroalimentación (feedback) del «mundo real».
La parte virtual son escenarios en 3D con simulaciones físicas realistas como las que conocemos de muchos juegos, que incluyen terrenos con obstáculos, la ley de la gravedad, colisiones entre objetos y otras funciones que proporcionan realismo con bastante detalle. El avatar del mundo de realidad virtual equivale en todo momento al exoesqueleto mecánico: un movimiento en uno produce retroalimentación en otro y viceversa.
De este modo este tipo de equipo puede utilizarse para dos funciones:
- Servir como mecanismo para moverse y recibir sensaciones en mundos de realidad virtual, algo similar a lo que ya conocemos en las salas de inmersión en juegos VR pero a «cuerpo completo».
- Controlar a distancia robots y otros aparatos mediante telepresencia, sin tener que aprender nuevas interfaces, simplemente «haciendo lo que se hace normalmente al moverse». En este caso el avatar virtual pasaría a ser un robot físico situado en algún remoto lugar, quizá incluso fuera de la Tierra, en misiones espaciales.
Los creadores del Holotron creen que aunque esta tecnología incipiente irá mejorando paulatinamente con mejores mecanismos, más potencia de cálculo para la simulación física y de RV y sobre todo abaratándose con el tiempo. Su cálculo es que en una década un sistema como este podría costar unos 5.000 euros, algo así como un «juguete caro» pero capaz de proporcionar sensaciones increíbles y ser muy útil para ciertos entornos de trabajo. Realismo desde luego no le falta.