Los coches autónomos salvarán cientos de vidas, al menos sobre el papel. Sus capacidades de detección y anticipación mejorarán con las generaciones, pero su capacidad de reacción está muy lejos de la del humano más rápido: son capaces de detectar obstáculos y calcular las trayectorias más eficientes en centésimas de segundo. Con todo, la perfección es imposible y siempre se puede dar un caso de atropello por parte de estos ingenios. Tanto es así que Google ha patentado un ingenio capaz de salvar las vidas de los peatones… aun cuando hayan sido atropellados por el coche.
¿Qué es el impacto secundario en un atropello?
En el caso de un atropello en un entorno urbano (supongamos que a baja velocidad), a veces es más peligroso lo que se llama impacto secundario que el encontronazo, en sí, con el coche o el vehículo que atropella. Este impacto secundario es el que recibimos al caer al suelo, pudiendo ser de diversa gravedad según dónde lleguemos a caer, y en qué parte del cuerpo recibamos el impacto.
Es una situación muy peligrosa porque en esos momentos no tenemos control acerca de dónde se dirige nuestro cuerpo, y bien podemos caer contra la acera, el asfalto, salir proyectados a un carril adyacente, o impactar contra un vehículo detenido, o aparcado. Muchos casos de atropello son, realmente, casos de “empujón e impacto secundario”, y suelen ser casos que entrañan peligro.
Y Google trae la solución: el atrapa-peatones
Dicen que a los empleados de Google les pagan por pensar unas horas a la semana. Es decir, que se les anima a pensar activamente en ideas que, por muy locas que parezcan, pueden llevar a un futuro producto o una futura aplicación que sea “la bomba”. En este caso, la idea es simple: recubrir la parte delantera de un coche con un material capaz de “sujetar” a las personas en el caso de un atropello. Puede ser el invento más genial del mundo, o quedarse solo en una idea.
Como vemos en el esquema superior, la zona que normalmente impacta contra los peatones sería tratada con el material pegajoso, pero ahora viene lo bueno: ¿cómo impedir que se peguen a ese material miles de insectos o incluso pequeños pájaros? “Sencillo”, porque el diseño está pensado como si se tratase de una “cáscara de huevo”, una capa externa que solo se rompería en caso de un atropello, dejando al aire la capa pegajosa que atraparía a la persona, previniendo otros males mayores.
Como todo en esta vida, la idea parece buena, pero cuenta con algunas contrapartidas, o al menos consigue cierto nivel de escepticismo: ¿qué pasa una vez pegada la persona? ¿Puede el coche dirigirse a un lugar seguro sin hacer (más) daño al peatón o al ciclista?
Existe un esfuerzo real en el mundo de la automoción por minimizar las heridas a los peatones en caso de atropello, y este sistema tiene visos de ser una buena opción a tener en cuenta. Es una especie de variación del “airbag para peatones”, pero para bajas velocidades (hablamos de entornos urbanos, y aunque el límite de velocidad es de 50 km/h en general, hay que pensar que en el momento del atropello es más habitual haber bajado previamente la velocidad al frenar instintivamente). A unos 30 km/h o menos, las probabilidades de quedar ileso son bastante altas, como nos recordaba la DGT el pasado verano:
Por tanto, cualquier medida que nos lleve a impedir un segundo impacto contra el asfalto o contra otro vehículo, o contra la acera, será bienvenido. En el caso de los coches autónomos es directa su aplicación, pero también se podría pensar para el caso de coches no autónomos.
Vía | Gizmodo