Volvo Cars lleva bastante tiempo trabajando e implementando en sus coches sistemas de seguridad para la detección de obstáculos y objetos en carretera. Están por ejemplo el Cycle Detection para bicicletas, el Forward Collision Warning y el Sistema de detección de peatones y frenado automático que, junto con otros, evitan situaciones problemáticas antes de que se produzcan: personas que se cruzan en las calles o ciclistas que aparecen de la nada. Pero hace años apareció un reto mayor en un lugar inesperado: Australia. ¿El problema? Los simpáticos canguros.
Estos sistemas de reconocimiento visual suelen funcionar desde todos los ángulos y con otro tipo de objetos como motocicletas o animales, tan pronto como entran en el alcance de los sensores. Pero cuando Volvo los probó en Australia se sorprendió con un problema: los sistemas de reconocimiento visual parecían quedar confundidos –por decirlo de algún modo– cuando aparecían canguros en la carretera.
El problema no es baladí: los canguros pueblan muchas zonas de Australia y es normal cruzárselos en las carreteras. Los nobles animales van dando saltos y no tienen reparos a la hora de cruzar una vía: un poco como cuando en las carreteras europeas se cruza un conejo, un jabalí o de vez en cuando un ciervo. Se calcula que en Australia 9 de cada 10 colisiones con animales se producen con canguros; unas 20.000 al año en total. Lo cual supone, además del problema de seguridad para los conductores, innumerables gastos a nivel de seguros, porque a pesar de ser muy gráciles estos marsupiales pueden llegar a pesar 70 u 80 kilos.
Los canguros realizan movimientos bastante impredecibles y saltos poco comunes entre los animales salvajes; algo que los sistemas de reconocimiento visual no parecían ser capaces de entender. El análisis científico del problema ha requerido la visualización de cientos de horas de conducción real e interacciones con canguros para estudiar qué sucedía exactamente con los sistemas de reconocimiento visual.
Los expertos finalmente se percataron de que parte del problema estaba en el análisis de lo que sucedía justo a mitad del “vuelo” del canguro durante sus saltos. Cuando el canguro está en esa posición los algoritmos matemáticos calculan que el canguro está más lejos de lo que realmente está; cuando aterriza, parece estar mucho más cerca. Investigando la razón de que algo así sucediera, dieron con que esto se debía a que se empleaba el suelo como referencia para calcular la distancia (los coches van equipados con un radar frontal y una cámara). En otras palabras: el sistema es capaz de calcular los datos de una bicicleta o peatón sin problemas porque básicamente siempre están en contacto con el suelo… Pero no la calculan bien cuando un canguro pega un salto de medio metro de altura alertado por la proximidad de un coche.
Ahora que se conoce la causa del problema y trabajando con compañías como Autoliv (seguridad en carretera) y Nvidia (microprocesadores) se podrán mejorar esos algoritmos –aunque el problema esté muy localizado y solo afecte a Australia; podría servir para otros animales en otros sitios. Esto hará que los sensores puedan calcular correctamente las distancias y, de este modo, avisar al conductor o actuar con el frenado automático a tiempo. Así se evitarán las colisiones con los canguros y se garantizará la integridad tanto de los pasajeros como de estos bellos y simpáticos animales.