De un tiempo a esta parte la tecnología se une a los deportes extremos para ofrecernos imágenes y sensaciones únicas de esa realidad: cámaras capaces de grabar en HD desde cualquier ángulo, en cualquier posición (las cámaras instaladas en el casco de los deportistas ya se consideran anticuadas); sensores capaces de recoger cantidades ingentes de datos; micrófonos de contacto que recogen el sonido a través de las ondas que se propagan por el suelo, y no por el aire. Esto es solo el principio, pues los deportes extremos (X-Games) y la tecnología seguirán unidos para el beneficio de sus espectadores y de otros deportes más tradicionales.
Los deportes extremos están ligados a una innovación extrema por muchas razones, entre las cuales está tener que competir rápidamente con deportes mucho más establecidos como el fútbol (aquí en España, nuestro fútbol; en los EE.UU. su fútbol americano), los deportes del motor (en cierto modo extremos, pero diferentes de lo que son los X-Games), y unas audiencias acomodadas y acostumbradas a las reglas de sus juegos. En un deporte extremo no hay demasiada carga de reglas o de juego: un deporte extremo tiene una fuerte componente de improvisación por su propia naturaleza.
Si estamos viendo un campeonato de “X-Fighters” (motos), uno sabe que existe el escenario con sus rampas y su disposición en concreto, y sabe que los participantes harán las piruetas y movimientos que consideren para acumular el mayor número de puntos posible. Pero existe, y es frecuente, una improvisación que cada piloto puede hacer en un momento determinado, que puede salir bien o mal, y que no está prevista para nada. Una tecnología adecuada y preparada para captar lo que sea, en el momento que se produzca, es lo que necesita un deporte extremo.
Los deportistas extremos creen que todo es posible, y la tecnología trata de avanzar a su ritmo.
Como beneficio global, las tecnologías que se prueban en los deportes extremos las heredan luego los deportes más tradicionales, y por eso los aficionados podemos disfrutar de cámaras giroscópicas o de 360º en las motos del mundial, o en las competiciones de monoplazas.
Otra razón para que la tecnología avance a toda velocidad con los deportes extremos es que los propios deportistas creen que son algo especial. Que no hay límites, que ellos no deben acomodarse a las reglas y que todo es posible. Por eso tratan de derribar siempre las barreras, de forzar al límite las leyes de la física o de su propia integridad o seguridad. Así, si disponemos de una tecnología capaz de medir todas estas variables que ellos mismos fuerzan, y sabemos traducirlas a un lenguaje más común y que utilizamos los que somos espectadores, disfrutaremos más de las piruetas, entenderemos las fuerzas que están involucradas en sus maniobras (las fuerzas G, las velocidades, las aceleraciones).
La innovación relacionada con los deportes extremos no se para nunca. No solo estamos hablando de nuevos ángulos de cámara o de cómo los deportes extremos fueron los primeros en utilizar cámaras suspendidas y guiadas por cables (que ahora se utilizan en los JJOO, la Fórmula 1 o el fútbol), sino que el propio deporte extremo, en todas sus variantes, está siempre tratando de desarrollarse, de innovar, de ofrecer algo nuevo a sus espectadores para evitar que se aburran.
Seguramente, ésta es la clave de tanta innovación: tratar de ofrecer a los espectadores siempre algo nuevo, algo espectacular que los mantenga fieles a las pantallas y al desarrollo de esas especialidades.