Avances tecnológicos robóticos para chismes que viajan por tierra y aire
En los últimos tiempos estamos viendo cómo los avances tecnológicos en robótica están dando lugar a robots inspirados por la biología animal, y a nuevas formas de interactuar y desplazarse por el entorno. Y es que no todos los robots tienen por qué tener forma de androide o parecer un coche a escala, como puede verse en algunas de las presentaciones que investigadores y expertos hacen de ellos: son auténticos «chismes» que combinan ideas de varios campos del conocimiento en forma de robots móviles más capaces.
Un buen ejemplo es el SNAG (iniciales de Stereotyped Nature-inspired Aerial Grasper o «agarrador aéreo estereotipado inspirado en la naturaleza»). Es un robot volador creado por ingenieros de Stanford, cuya principal característica no es tanto que sea un dron volador autónomo sino que le añadieron unas patas y garras para poder sujetarse en las ramas de los árboles. De este modo puede volar y «descansar» en cualquier lugar, funcionando mucho más tiempo que un dron convencional.
El SNAG puede tanto soportar su propio peso y mantenerse en equilibro como aprovechar las garras para atrapar objetos y transportarlos de un lugar a otro. El primer diseño consistió en una plataforma inferior de piezas impresas en 3-D que funcionaban mediante motores. Está inspirado en el halcón peregrino y lo cierto es que sus dos patas independientes le permiten posarse grácilmente sobre el suelo, una rama o una barandilla, sin mayores problemas. Lleva un sensor en forma de acelerómetro que es lo que le permite cambiar entre el «modo vuelo» y el «modo equilibrio» cuando se ha posado.
Lo más interesante del SNAG es que al funcionar en un entorno natural tiene que ser muy adaptable: debe funcionar sobre ramas secas o húmedas, rugosas o lisas, y esto es algo similar a lo que les sucede a otros robots, automóviles y otro tipo de vehículos automatizados. Los modernos algoritmos pueden aprender de todas esas situaciones –que son muy diferentes de las del laboratorio– para poder desempeñar su función correctamente.
Otro ejemplo de adaptabilidad es el Ascento Pro, un pequeño robot bípedo con grandes ruedas en vez de pies, que es capaz de desplazarse ágilmente y hacer unos movimientos increíbles en todo tipo de terrenos. Es capaz de moverse por pendientes, subir y bajar escaleras a saltos y desplazarse hasta una estación de carga para enchufarse y recargar sus baterías.
Es el típico robot simpático que podríamos imaginar circulando por cualquier oficina, hogar o campus, que no parece peligroso sino útil, por ejemplo, para el transporte de pequeñas mercancías. Por su tamaño reducido e incluso por sus «gestos» al realizar los movimientos parece un buen candidato a la integración junto con los humanos, una vez haya pasado de las fases de desarrollo a la fabricación masiva.