El futuro está llegando con paso firme, y en pocos años, quizás una o dos décadas, los coches pilotados por conductores humanos serán historia, o una rareza. Los coches sin conductor serán lo habitual y conviene saber bien cómo funcionan para poder confiar en ellos. La falta de confianza del ser humano en la nueva tecnología es bastante natural, es algo que se ha vivido siempre como por ejemplo en el caso del ferrocarril, el automóvil, el teléfono móvil o Internet, así que el coche autónomo no iba a ser menos.
Entender la tecnología nos ayudará a confiar en las soluciones
El primer paso para adoptar una nueva tecnología es entender cómo funciona. No significa entender cada pequeño detalle, pero sí tener una idea general de cómo funciona un sistema completo, cómo se recibe la información y cómo se procesa, en el caso de los coches que conducen solos.
En esencia, los coches autónomos son sistemas muy complejos capaces de evaluar su entorno, tomar decisiones y circular sin guías humanos. Tienen una capacidad de reacción extremadamente rápida, como se puede suponer, y la idea es que, una vez en las carreteras, dispongan de toda una red de información que los haga capaces de prevenir y hasta predecir situaciones de riesgo, para evitar cualquier tipo de accidente.
Para conseguir esto, los coches autónomos utilizan:
- Todo tipo de sensores radar diseminados por el vehículo que son capaces de tener constancia de las posiciones de los vehículos en los alrededores.
- Cámaras de vídeo para detectar y procesar semáforos, señalización vial y también otros vehículos, así como para vigilar a los peatones y otros obstáculos.
- Sensores LiDAR que ayudan a detectar los límites de la vía y las marcas viales que delimitan los carriles, gracias a pulsos de luz dirigidos alrededor del coche.
- Sensores de ultrasonidos en las ruedas que pueden detectar la posición de los bordillos y otros vehículos en las maniobras de estacionamiento.
- Un sistema central que analiza todo el flujo ingente de datos recibido por todos los sistemas sensores, y que toma las decisiones a la hora de manejar los mandos del coche: volante, acelerador y freno.
Lógicamente, esto es simplificar demasiado. Las soluciones concretas varían mucho, pero en esencia todo se reduce a un sistema complejo que dispone de sensores (para adquirir los datos relevantes), un cerebro central de procesamiento de la información y aplicación de los algoritmos adecuados, y actuadores que consiguen mover el vehículo a donde deba ir.
La controversia se reduce a una sola cosa: ¿serán acertados los algoritmos que permitan a los vehículos conducir solos? Para responder afirmativamente a esa pregunta, debemos reflexionar sobre el hecho de que llevamos unos cuantos años investigando, probando y poniendo en circulación coches inteligentes, coches que ya realizan ciertas tareas por nosotros, y que en realidad no lo hemos notado, además de disponer de vehículos mucho más seguros ahí fuera.