¿Cuál es la autonomía de los coches eléctricos? Lo que debes saber
La autonomía de un coche eléctrico es una de las variables de mayor importancia a la hora de elegir el modelo más adecuado a nuestras necesidades. La autonomía no es nada más que la cantidad de kilómetros que podemos recorrer con una sola carga. Esa distancia depende de múltiples factores, como la capacidad de la batería, la potencia eléctrica requerida o nuestro estilo de conducción, entre otras cosas.
La batería es una de las muchas partes del coche eléctrico, y tiene una serie de parámetros que podemos conocer para entender cómo vamos a gastar esa carga eléctrica cuando utilicemos el vehículo. Estos parámetros son su capacidad y su consumo, lo que determina la autonomía. Otro parámetro interesante de la batería es la potencia de carga, pero eso sólo determina el tiempo que tardamos en recargarla una vez gastada. Esta potencia de carga determina, además, la vida útil de la batería.
Cómo se mide la autonomía de un coche eléctrico
Sin batería, no podemos hablar de coche eléctrico. Esta es vital para el vehículo eléctrico, su «centro», y dependiendo de su capacidad, puede pesar más o menos, lo cual determina su posición física dentro del coche. La capacidad de la batería se mide en kilovatios-hora (kWh) y depende, en gran medida, de la tecnología dentro de las baterías. ¿Qué significa esto? Es la unidad equivalente a mantener 1 kilovatio de potencia sostenida durante 1 hora. Cuanto mayor sea el número de kWh de la batería, más cantidad de energía podrá almacenar (y la batería será mayor en tamaño y peso).
Relacionado con la capacidad de la batería tenemos el consumo eléctrico, que dependerá de diferentes factores. Como sucede con cualquier otro tipo de vehículo, el consumo de energía de un coche eléctrico depende del propio vehículo, de los hábitos de conducción y de las condiciones meteorológicas. Un vehículo voluminoso consume mucha más electricidad que un pequeño utilitario; circular en entorno urbano es más eficiente que conducir por la autopista a alta velocidad.
En cuanto a los cambios en las condiciones meteorológicas, suponen un gran impacto en el consumo. Por ejemplo, el consumo eléctrico aumenta mucho en climas fríos, y el uso continuado de la calefacción y la refrigeración reducen sensiblemente la carga de la batería. El consumo de batería se mide en kWh/100 km, es decir, el número de kWh que se consumen cada 100 kilómetros. Con este valor podemos estimar la eficiencia del coche eléctrico y también podemos estimar el coste aproximado por kilómetros.
Por tanto, la autonomía de un coche eléctrico depende de factores como, por ejemplo, la capacidad de la batería y su consumo, parámetro que, a su vez, dependerá de la orografía del terreno, de la carga (en ocupantes, equipaje, etcétera) del vehículo, de si circulamos a bajas temperaturas o una cálida mañana de primavera, etcétera. Es importante, también, la conducción que se practique: cuanto más suave y progresiva, menos exigiremos a la batería y, por tanto, más alargaremos la autonomía. Por lo tanto, un coche eléctrico a diferentes velocidades no tiene la misma autonomía.
¿Qué es un coche eléctrico de autonomía extendida?
Si bien las autonomías típicas de los coches eléctricos empiezan a ser más que suficientes para el uso diario en entorno urbano, e incluso para plantearnos viajes interurbanos de cierta entidad, los coches eléctricos tienen autonomía limitada. Por ejemplo, el Volvo XC40 Recharge tiene una autonomía combinada (según ciclo WLTP) de 418 kilómetros. Para el uso combinado urbano-autovía es una autonomía más que suficiente en la gran mayoría de los casos.
Para recorrer más kilómetros por ciclo de carga, existen los coches eléctricos de autonomía extendida (EREV). Son vehículos que cuentan con un motor de combustión interna y un depósito de combustible, además del motor eléctrico y de la batería de tracción. Son, por tanto y teóricamente, coches híbridos en serie. el matiz fundamental que diferencia estos coches eléctricos de autonomía extendida de los coches híbridos enchufables es que el motor de combustión no está unido a la transmisión.
Por tanto, no hace girar las ruedas y simplemente se encarga de hacer girar un generador de electricidad que recarga la batería. Esta batería alimenta al motor eléctrico que sí, esta vez, mueve la transmisión y se encarga de mover el vehículo.