La seguridad vial es uno de los temas más recurrentes en este espacio. No es para menos, ya que conducir y desenvolverse de manera consciente entre los demás conductores, respetando las normas y siguiendo unas pautas de conducción segura es fundamental. La distancia de seguridad entre coches es un concepto sencillo de entender, y mantenerla es garantía para minimizar las consecuencias de una colisión, o para evitarlas, directamente.
¿Qué es la distancia de seguridad entre coches?
La definición más adecuada para este concepto es que la distancia de seguridad entre coches es aquella que permite detener el vehículo con total seguridad una vez que se detecta un peligro. Más en concreto, se dice que es la distancia que mantener con el vehículo que nos precede para que, en caso de frenada brusca y repentina, no se produzca una colisión que ponga a prueba los sistemas de seguridad pasiva del coche.
Calcular esta distancia de manera exacta es muy difícil porque depende de muchos factores: de la velocidad a la que circulamos; del tiempo atmosférico y la visibilidad con la que contemos; del firme sobre el que viajamos; de la zona (si es en un entorno urbano o en una autovía, carretera, etcétera); del estado del vehículo; y de las condiciones psicofísicas del conductor (básicamente, de los reflejos y tiempo de reacción).
La medida estándar de la distancia de seguridad se suele dar en dos segundos. Es decir, la distancia dependerá de la velocidad. Si circulamos a 50 km/h tendremos que dejar casi 28 metros de separación con el vehículo que nos precede; si viajamos a 120 km/h, la distancia aumentará a un mínimo de 55,6 metros. ¿Serán suficiente estas distancias?
Factores que afectan a la distancia de seguridad entre coches
Como no vivimos en un mundo ideal, sino en nuestro mundo lleno de imperfecciones, existen una serie de factores que afectan a la distancia de seguridad de manera que la «alargan». Los enumeramos anteriormente, pero ahora los vamos a desarrollar para entender cómo nos afectan como conductores.
La velocidad de circulación
Este es un factor sencillo de entender: a mayor velocidad, más distancia de seguridad debemos mantener con los vehículos que nos preceden. A pesar de que todos los factores que vamos a comentar se afectan entre sí, si atendemos tan sólo a la velocidad, la proporción de aumento es lineal. Sirva el ejemplo anterior en metros.
La visibilidad
La visibilidad es un concepto que se suele entender en una dirección: aquello que podemos ver. Pero, en realidad, la visibilidad implica ver y ser vistos. Esto es especialmente importante cuando nos encontramos con lluvia torrencial o con bancos de niebla. En estos casos, la distancia de seguridad se convierte en un parámetro fijo: la distancia máxima de visibilidad, que puede verse reducida enormemente si se conjuran los elementos con la noche.
Cuando esto sucede, el conductor prudente debe reducir su velocidad para adecuarla a esa distancia de seguridad que es, en realidad, la distancia de visibilidad. Con niebla, lluvias torrenciales o cualquier otro fenómeno que reduzca nuestra visibilidad, debemos aumentar la distancia de seguridad.
El estado del firme
En este caso entran en la ecuación tanto el estado físico del firme, es decir, si rodamos sobre asfalto nuevo, viejo, sucio o roto; o bien si lo hacemos sobre un firme resbaladizo porque esté mojado, nevado o helado.
Un asfalto en mal estado nos obliga a aumentar las precauciones y la distancia de seguridad, porque la distancia de frenado aumenta. Lo mismo pasa si el suelo está húmedo, mojado, encharcado, nevado o helado. Cada «nivel» de firme deslizante implica aumentar la distancia de seguridad de manera no lineal. Según el RACE:
De manera orientativa, la distancia total de detención (reacción + frenada) es de 57 metros cuando se conduce en condiciones soleadas y a 90 km/h, una cifra que sube hasta los 89 metros cuando la calzada está mojada. Si hay placas de hielo, se puede llegar a multiplicar por 10.
El estado del vehículo
El vehículo es clave en todo esto. Cuando mencionamos la distancia de seguridad en metros, lo hicimos asumiendo condiciones ideales, pero, a veces, nuestro vehículo no se encuentra en la mejor forma. Unos neumáticos con la presión inadecuada, unas suspensiones deterioradas, un líquido de frenos en mal estado… pueden provocar incrementos en la distancia de frenado y, por tanto, obligan a aumentar la distancia de seguridad. Mantener el vehículo en perfectas condiciones es esencial para mantener el nivel de seguridad más elevado posible.
Las condiciones psicofísicas del conductor
Por norma general, debemos mantener una distancia de seguridad adecuada a nuestras condiciones psicofísicas. Esta es una cuestión de sentido común, pero ¿qué son las condiciones psicofísicas? La conducción es una actividad física que requiere unas determinadas condiciones o aptitudes físicas mínimas para poder desarrollarla. Además, es una actividad que requiere de procesos psicológicos que influyen en la toma de decisiones. Todo ello tiene impacto en el comportamiento del conductor al volante.
La fatiga es uno de los principales motivos de “desgaste” en las condiciones psicofísicas del conductor, ya que ésta produce, entre otros efectos, agarrotamiento muscular, sensación general de cansancio, lentitud y falta de precisión, disminución de la atención, aumento de la distracción y un aumento del tiempo de reacción. Esto significa que, ante síntomas de fatiga o cualquier alteración de nuestras condiciones físicas o psíquicas debemos aumentar la distancia de seguridad, pero, sobre todo, debemos parar y descansar.