El ciclismo tiene, como cualquier deporte, un componente de salud, de búsqueda de forma física, de manera de liberar endorfinas e incluso de disfrute de naturaleza. Pero también, no nos engañemos, ofrece un matiz que consiste en la emulación de las gestas de nuestros ídolos. Y qué mejor para sentirnos como los profesionales, que la prueba cicloturista que semeja el recorrido de otro de los cinco monumentos ciclistas, la Paris-Roubaix, el segundo domingo de cada mes de abril.
Al igual que el Tour de Flandes, la marcha para aficionados tiene lugar el sábado, un día antes que la carrera pro. 162 kilómetros nos esperan, partiendo desde el distrito de Saint Quentin, a 150 kilómetros al norte de París. La capital francesa es un buen lugar para establecer el cuartel general del viaje, aunque lógicamente obliga a un buen madrugón para la salida. Amiens y Reims también pueden ser opciones.
En la oficina de turismo de Saint Quentin podremos informarnos al respecto de lugares de parking y resto de contenidos de utilidad. En el village, situado en el centro de la ciudad, en el parque de Champs-Elysées y en los alrededores del Palais des Sports, encontraremos asistencia mecánica para las bicicletas, expositores de los patrocinadores y restauración.
Llegado el día D, saldremos sobre las 07:30 am (aunque existen varios intervalos para evitar la masificación), habiendo elegido previamente la distancia de una de las tres opciones. En nuestro caso, la intermedia para la edición 2016, 162 km. Lo más relevante, el verdadero motivo del viaje, los tramos de pavé, los adoquines donde Fabian Cancellara o Tom Boonen volaron en pasadas ediciones y volarán junto a Peter Sagan el domingo persiguiendo otro capítulo de gloria. 18 tramos que pondrán a prueba nuestra resistencia y la de nuestra bicicleta (ruedas de aluminio, doble refuerzo para el manillar y buenas cubiertas resultarán indispensables).
Mención aparte merece el Bosque de Arenberg, tramo clave de la carrera profesional y mítico para los amateurs, con más de dos kilómetros de adoquinado descarnado, en un terrible estado, atravesando el mencionado bosque, cerca de Valenciennes.
A los lados del camino adoquinado, unos 20 cm de gravilla (la salvación a veces) y a continuación, a ambos lados, los árboles, testigos mudos de muchos sufrimientos, duros momentos, caídas, y de menos alegrías… Si además llueve o hace mal tiempo, la épica ciclista adquiere su verdadero significado, literatura y barro, incluso para los ciclistas aficionados.
El esfuerzo para el cicloturista, aparte del disfrute/sufrimiento sobre su montura (dualidad siempre presente en este deporte) continúa al día siguiente de completar su marcha, con el premio añadido de ver la prueba oficial. Su magnetismo es indudable. Theo de Rooy, ex-ciclista holandés dijo en 1985 nada más cruzar la línea de meta:
“Es un montón de mierda, es un completo montón de mierda… trabajas como un animal, no tienes tiempo para mear y te lo haces encima… Corres sobre el barro, resbalándote… es un montón de mierda, debes limpiarte un poco o te vuelves loco…”. Mientras recuperaba el aliento, un periodista le preguntó: “¿Volverás a correrla otra vez?”. Su respuesta: “¡Claro! ¡Es la carrera más bonita del mundo!”
Todo explicado en su recorrido donde se puede ver el itinerario con su horario de paso por las zonas de pavé. El gran monumento del ciclismo. Una carrera que nunca aburre y de la que te quedas enganchado para siempre.
Escrito por Daniel Cana
Web Oficial | Paris-Roubaix 2016
Más información | Web oficial Paris-Roubaix Challenge (cicloturista)
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