La autonomía de los coches eléctricos no ha parado de crecer en los últimos años, y seguirá aumentado en los nuevos modelos. Actualmente, los coches que se venden ofrecen una autonomía que oscila entre los 250 y 600 kilómetros reales con una sola carga. Algunos modelos en concreto superan la cifra más alta de autonomía, pero la mayoría se mueven en este rango.
Así que, si estás pensando en comprar un coche eléctrico, ten en cuenta que los fabricantes indican la autonomía teórica del vehículo, basándose en el ciclo WLTP que es el procedimiento homologado que mide el consumo. Así, la autonomía dependerá de la capacidad de la batería y el consumo del coche.
Pero la autonomía real de un coche eléctrico estará condicionada por varios factores externos al vehículo como la conducción de cada usuario, la meteorología o las condiciones de la vía por la que se circula. Además, a medida que pasa el tiempo, las baterías de los coches se degradan, como sucede con las de los teléfonos móviles, y la autonomía disminuye.
Para frenar esa degradación, los fabricantes recomiendan no llenar por completo la batería al recargarla (cada uno indica cuánto llenarla para optimizar su uso). Las baterías del tipo LFP, sin embargo, se recargan al 100% porque con esta química el riesgo de degradación en muchísimo menor que con otras.
Çomo hemos mencionado, en la autonomía de un coche eléctrico influye mucho el consumo. Cuanta más energía se emplee, menor distancia recorrerá el vehículo. Así, la velocidad de conducción es uno de los factores que más afectan a la eficiencia, ya que a velocidades altas esta es menor. Esto sucede porque se produce una mayor resistencia al viento y no se aprovecha la energía suministrada a la batería a través de la frenada regenerativa. Conducir por ciudad con un vehículo eléctrico consume menos que en carretera porque se conduce a velocidades más bajas y se activa más la frenada regenerativa.
Un estilo de conducción suave, acelerando o frenando sin brusquedad y manteniendo una velocidad constante, ayuda a gastar menos energía, junto con el sistema conocido como frenada regenerativa. Activar el modo ECO también contribuye a ahorrar energía porque rebajan la potencia del motor, entre otros muchos ajustes que minimizan la necesidad de energía del vehículo.
Encender la calefacción (tanto resistencias eléctricas como bombas de calor) o el aire acondicionado es una de las acciones que incrementa el consumo de energía y, por tanto, incide en una menor autonomía. De la misma manera, con temperaturas extremas en invierno por frío y en verano por calor, la batería de los coches eléctricos se ve afectada por esas temperaturas excesivas. Porque en estas condiciones va a necesitar energía para calentarse o para refrigerarse.
Cuando la batería se encuentra por debajo del 20% de la capacidad, entonces el sistema de climatización no se activará para no perjudicar a la autonomía. Algunos modelos incluyen volante y asientos calefactados, ya que calentar estos componentes supone un consumo de energía menor que subir la temperatura de todo el habitáculo.
Las condiciones de la carretera pueden aumentar la resistencia a la rodadura, por ejemplo, cuando se circula con lluvia o nieve. Para evitar este mismo efecto contraproducente para la autonomía, recuerda llevar siempre la presión correcta en los neumáticos (la que indique el fabricante para ese modelo en concreto).
El peso del coche y de la carga, el viento o la propia aerodinámica del vehículo condicionan, también, el consumo de un coche eléctrico. Algunos de estos factores no dependen del usuario, como el clima o el estado de la carretera, pero otros muchos sí que está en nuestra mano controlarlos para procurar una mejor gestión eficiencia energética.