Carreteras, ciudades, coches, casas, electrodomésticos… el futuro de las smart cities es el de los objetos inteligentes, conectados y capaces de generar algo a partir de su actividad que contribuya a la sostenibilidad, en algún sentido. Los coches serán autónomos y conectados y minimizarán el tiempo de tránsito y la contaminación; las casas y electrodomésticos rendirán con la energía exacta en todo momento, y las carreteras inteligentes y las calles pueden reconvertirse en generadores de energía eléctrica a partir de múltiples fuentes: una de ellas, la energía solar.
La calzada en cualquiera de sus variantes (una calle del centro de la ciudad; un carril bici; una autovía) es un objetivo perfecto para implementar una gran diversidad de soluciones inteligentes, que contribuyan al bien común que es hacer el conjunto de la ciudad más sostenible y eficiente, incluso en cierto modo autosuficiente. Para ello tenemos muchos ejemplos, y dejando atrás las casualidades (hablamos de Ámsterdam cuando pusimos ejemplos de cómo el internet de las cosas beneficia a las ciudades), en Holanda se están probando las tecnologías más vanguardistas para el aprovechamiento energético de una infraestructura que suma millones de metros cuadrados en el país.
Así pues, SolaRoad es un proyecto de carretera solar que tiene en cuenta varios principios: las carreteras y caminos, y por supuesto los carriles bici, reciben ingentes cantidades de energía solar directa cada día que hace sol (y recordemos que no es necesario que el día esté radiante para almacenar energía solar); además, en Holanda en particular, existen muchos kilómetros de carril bici, en concreto más de 400 km de esta vía están solamente en Ámsterdam; las bicicletas son muy ligeras, en comparación con los coches.
Así pues, los carriles bici son el terreno perfecto para experimentar con paneles solares diferentes a lo habitual: están encastrados en el pavimento, entre el asfalto y capas de vidrio y silicona. Estos paneles están diseñados para soportar la presión que supone el tráfico de bicicletas (centenares al día), y de momento no existe ni un centenar de metros de este pavimento, pero ya ha demostrado que es capaz de obtener más energía de la esperada. SolaRoad funciona así:
SolaRoad se crea con losas prefabricadas. Se compone de módulos de hormigón de 2,5 por 3,5 metros con una capa superior transparente de vidrio templado, que es de aproximadamente 1 cm de espesor. Debajo del vidrio están las células solares de silicio cristalino. La capa superior revela inmediatamente una diferencia importante respecto a la superficie tradicional de la calzada: tiene que ser translúcido para absorber la luz solar, y a la vez repeler la suciedad tanto como sea posible. Al mismo tiempo, la capa superior debe ser resistente al deslizamiento y lo suficientemente fuerte como para proporcionar una superficie de carretera segura. Este es uno de los retos técnicos de SolaRoad.
Una vez terminadas las pruebas con bicicletas, le llegará el turno a otro tipo de calzadas por las que transiten otros vehículos. Es especialmente importante probar la resistencia al paso de camiones y vehículos de gran tonelaje, ya que la resistencia de los paneles es crítica. Quizás, una solución sería reservar este tipo de paneles y tramos a zonas por las que no se permita el tráfico pesado.
Si se preparase el 20% de los aproximadamente 140.000 km de carreteras y autopistas de Holanda que son aptos para admitir SolaRoad, la generación de energía eléctrica al año sería ingente, habida cuenta de que tan solo un metro cuadrado de este pavimento genera 70khw anuales.
Este tipo de proyecto es, además, muy interesante para pensar en aplicaciones “colaterales”, o de colaborar con proyectos ya existentes como el que pretende lograr la recarga de baterías de los coches autónomos de manera inalámbrica y en movimiento, disponiendo tramos de carretera que actúen como generadores de energía eléctrica inducida mediante campos magnéticos. Sea como sea, el futuro energético parece estar en la carretera.
Vía | One