Desde la época de los primeros lanzamientos de satélites en los años de 1950, la NASA desarrolló diversos instrumentos de pruebas previas a los lanzamientos. El propósito era someter los satélites a sacudidas de diversa intensidad, tan parecidas como fuera posible a las vibraciones y fuerzas que sufriría el equipo durante el despegue del cohete.
Todavía hoy, la NASA utiliza esa tecnología desarrollada hace casi 70 años para las pruebas de instrumentos destinados al espacio. El telescopio espacial James Webb, sucesor del telescopio espacial Hubble, tiene una masa de 6.200 Kg y un coste cercano a los 10.000 millones de dólares. Orbitará la Tierra a una distancia de 1,5 millones de kilómetros. Antes del lanzamiento, previsto para dentro de un año, el telescopio James Webb se someterá a las mismas pruebas que pasó el satélite Vanguard 1 cuando se lanzó en 1958. La máquina de vibraciones de la NASA puede ejercer hasta 5.000 kilos de fuerza.
La idea es, si esas fuerzas y vibraciones causan algún daño o desajuste (el telescopio James Webb cuenta con 18 espejos colocados con gran precisión), que puedan detectarse y corregirse antes de que el telescopio se encuentre a un millón y medio de kilómetros de la Tierra.
La aplicación de este tipo de pruebas pronto se extendió a otras industrias, incluyendo la del automóvil, ya que las máquinas pueden recrear, además de las condiciones de un lanzamiento espacial, situaciones como terremotos y carreteras bacheadas.
Casi desde entonces, las marcas de coches que se preocupan por la seguridad y la calidad someten a sus automóviles (y a muchos de sus componentes individuales) a este tipo de pruebas para mejorar la durabilidad, el comportamiento y la seguridad en carretera. Según IBtimes, “esta prueba es una buena forma de comprobar qué tal se comporta un vehículo frente a las fuerzas y tensiones que causan desgaste a lo largo su vida útil”, y asegurar que todo se mantiene en su sitio —incluyendo la geometría y dirección del vehículo—, cuando se circula sobre suelo abrupto, adoquinado, carreteras rotas o en conducción fuera del asfalto.
Fotos | NASA/Desiree Stover y Volvo Cars