Carreteras con más carriles y el mismo tráfico. ¿Cuál es la solución a los atascos?
Si hay un problema que caracteriza las ciudades congestionadas y las vías extremadamente transitadas, son los atascos de tráfico, la maldición de todo conductor. Durante décadas, no solo los encargados de la planificación de las ciudades se han topado con estos obstáculos, sino que muchas iniciativas privadas han intentado solventarlos.
Sobre todo, en los últimos años, con el auge de las nuevas tecnologías, encontramos todo tipo de ejemplos para superar este problema: aplicaciones móviles que te chivan el estado de las carreteras; startups que confluyen para la creación de eso que llamamos Smart Cities; o recurrir a soluciones de movilidad alternativa o sostenible.
¿Cómo solucionar el tráfico de nuestras carreteras?
La revista norteamericana Wired responde a la siguiente pregunta: ¿Es, acaso, la solución a los atascos de tráfico, la creación de carreteras más amplias? Quizá nosotros, los europeos, estamos acostumbrados a otro tipo de ciudades y vías de comunicación. Las gigantescas calzadas interurbanas y las enormes avenidas de las metrópolis de Estados Unidos son harina de otro costal. Sin embargo, la respuesta, aunque parezca contraintuitiva, es negativa. Es decir, NO, hacer vías más grandes y con más carriles no ayuda a que haya menos tráfico rodado.
La respuesta se basa en un concepto de economía: cuanto mayor es el suministro de algún bien, la ciudadanía tiende a desearlo con mayor ahínco. Adam Mann, autor del artículo, contrasta que este fenómeno ya se daba allá por los años 60 y, curiosamente, no ha sido hasta ahora que la ciencia social ha podido comprobar de forma fehaciente que los esfuerzos por mitigar los colapsos del tráfico son infructuosos con este tipo de medidas.
Mann va más allá y habla de dos economistas, Matthew Turner, de la Universidad de Toronto, y Gilles Duranton, de la Universidad de Pennsylvania. En 2009 compararon las nuevas carreteras y autovías construidas entre 1980 y 2000 en diferentes ciudades estadounidenses, frente a las millas conducidas en el mismo periodo en aquellas ciudades. La conclusión fue una relación de uno a uno.
Otra metáfora entra en juego: una cañería más gruesa permitirá que la misma cantidad de agua fluya más ordenadamente. Por el contrario, parece que más espacio llama a más agua. Es lo que estos expertos llaman la “ley fundamental de la congestión de carreteras“: más o mayores carreteras, crearán un efecto llamada en los conductores, resultando en la misma intensidad del tráfico.
¿Cuál es el remedio, entonces, a los atascos y al tráfico congestionado?
¿Es el transporte público una solución? Parece que tampoco, los estudios de Turner y Duranton avalan que el lugar que dejan los conductores que recurren al tren, metro o autobús, son ocupados por otros conductores. Igualmente, reducir el tamaño de las vías parece tener un mismo efecto, ya que no colapsarán, sino que los atascos serán los mismos. Ciudades como París lo han probado, para desanimar a los conductores y, de la misma forma, los atascos permanecen (no van a más, pero sí permanecen).
Turner y Duranton apuestan por lo que llaman “tarificación de las congestiones“. Básicamente es obligar a pagar una tarifa a aquellos conductores que utilizan carreteras en su máximo punto de congestión. Pero no es una fantasía, Londres, Estocolmo y Singapur ya han probado estas normativas con buenos resultados.
La segunda vía sería reducir los espacios de aparcamiento. Ya hemos hablado de varios casos, como el del barrio sostenible de Vauban en Friburgo; o la reconversión de los espacios de parking en Seattle, para hacernos una idea de las implicaciones que estas soluciones tendrían.
El artículo concluye con una reflexión: cuando estés en un atasco no pienses que la culpa la tienen los conductores a tu alrededor, sino la carretera sobre la que conduces.