Quienes suben al podio cuando terminan las carreras de coches son los pilotos, pero desde hace un tiempo la tecnología, el equipo humano y, sobre todo, los datos que hay detrás han cobrado una inusitada relevancia. Cada equipo maneja una cantidad de información impresionante, procedente de sensores, simulaciones y telemetría. Son datos, datos y más datos. El trabajo de ingenieros, analistas e incluso matemáticos es clave para conseguir resultados. A continuación mencionamos algunos de los más significativos.
Los coches de la IndyCar Series llevan cerca de 80 sensores capaces de unos medio billón de datos individuales en cada carrera de la Indy 500. Los analistas estudian principalmente los trazados de los circuitos, las condiciones de cada día y la configuración del coche (suspensión, aerodinámica, etcétera). Hay algoritmos y simulaciones para cada detalle. Pero además de eso, los equipos analizan los datos económicos de cada competición: los competidores, los patrocinios, las audiencias: no se trata de ganar todas las carreras de una temporada –algo casi imposible– sino de tener ventaja cuando más convenga en cada área: victorias, visibilidad, patrocinadores. Es un espectáculo-negocio optimizado en todos los aspectos.
En las carreras de Fórmula E, las victorias se consiguen no sólo conduciendo bien, sino también gestionando mejor la energía disponible. Las carreras duran 45 minutos, a las que se añade una última vuelta y cada kW de potencia cuenta. Las condiciones de los circuitos son cambiantes, las maniobras y adelantamientos requieren energía extra y puede haber meteorología adversa o accidentes que ralenticen el ritmo. Un algoritmo predictivo que utiliza técnicas de inteligencia artificial llamado LEO (Lap Estimate Optimizer) permite estimar cuántas vueltas durará la carrera. Para ello, lanza millones de simulaciones con los datos en tiempo real, proporcionando a los pilotos información sobre si pueden utilizar la energía de sus baterías o si les conviene reservarla.
En la reina de las competiciones, la Fórmula 1, los equipos gestionan el combustible, el tipo de ruedas y desde hace algunos años los sistemas ERS (Energy Recovery Systems) para reutilizar la energía procedente de las frenadas y del calor de la combustión. Esto proporciona unos 120kw extra de potencia durante unos 33 segundos, vitales para marcar diferencias. Las simulaciones para calcular las paradas en boxes y optimizar las estrategias ya no dependen del criterio de los expertos humanos: son las máquinas las que predicen, con precisión, en las simulaciones hasta dónde puede llegar el coche en función de los datos de la telemetría, en caso de incidentes, banderas amarillas y demás, y cuándo es el mejor momento para entrar o salir a repostar o cambiar gomas sin perder ni una décima.
Los coches de Fórmula 1 están generando entre 20 y 150 gigabytes de datos de telemetría diarios durante un fin de semana de carreras. Añadiendo los entrenamientos esto supone más de 20 terabytes al año. Algunos coches llevan hasta 200 sensores en su interior: temperatura, niveles de combustible y otros fluidos, neumáticos, frenos… Y últimamente también al piloto se le mide el pulso y otros parámetros vitales, todo cuenta. También se analizan los vídeos de las competiciones e incluso el audio (propio y de la competencia) para analizar el rendimiento de los motores, de lo que se encargan tanto los equipos propios como a veces consultoras externas especializadas en cada uno de los aspectos.
Fotos | Sonoma Race / Brad Barmore; World Endurance Racing / Todd Jiang @ Unsplash