El sistema de escape de un coche se encarga de sacar los gases tóxicos (monóxido de carbono) que genera la combustión de gasolina o gasoil y de depurarlos mediante el convertidor catalítico o catalizador. Una vez convertido en un gas mucho menos contaminante (en dióxido de carbono), lo expulsa de forma controlada al aire a través del tubo de escape. A la vez, esta estructura integra un silenciador que amortigua el sonido provocado por el motor con la combustión y controla la contrapresión producida por las válvulas del motor. Este sistema es una parte muy importante de un vehículo, ya que contribuye al óptimo rendimiento del motor.
Como componente clave para minimizar la emisión de contaminantes, reducir el ruido y procurar un consumo eficiente, resulta fundamental que un profesional realice un mantenimiento del sistema de escape de forma periódica. Esta rutina permite detectar posibles fallos a tiempo. Un tubo de escape o un silenciador obstruidos por una rotura de algún elemento o por la entrada de algo del exterior, como hojas de los árboles, impiden el correcto funcionamiento del coche. Esta falta de flujo de aire puede derivar en un gasto mayor de combustible y en una menor potencia.
El principal enemigo del sistema de escape es la oxidación que puede dañar esta estructura de diferentes maneras. Otro de los peligros más habituales es la corrosión que da lugar a fugas. Si el monóxido de carbono que se genera por la combustión en el motor se filtra a la cabina del coche, se pone en peligro la salud de los ocupantes del vehículo.
Sabrás que el sistema de escape está en mal estado cuando notes un ruido excesivo del motor o del tubo de escape, un olor fuerte a gases o a quemado que proviene de tubo de escape, un consumo de combustible mayor, un sonido de traqueteo debajo del vehículo o que el motor no funciona bien. Si percibes alguna de estas señales, no tardes demasiado en llevarlo a un taller para repararlo. Eso sí, asegúrate de que el nuevo sistema de escape (o las piezas que te cambien) estén homologadas para así poder pasar la ITV sin problemas.
Reemplazar el sistema de escape puede aumentar la potencia (depende del motor de tu coche), pero tal vez no te compense por el elevado coste (tanto de los materiales como de la mano de obra) y el bajo incremento del rendimiento que supone (generalmente oscila entre un 5% y un 20% en función del motor).
Aunque modificar el sistema de escape podría aportar algunas ventajas, como un mejor rendimiento, aumentar la vida útil del mismo o cambiar el aspecto y el sonido, ojo porque las modificaciones quizás no se ajusten a la normativa.
El catalizador suele cambiarse cada 80.000-100.000 kilómetros y su precio puede alcanzar los 700 euros en los coches de alta gama. Con la crisis se han disparado los robos de esta pieza metálica del sistema de escape por sus materiales, especialmente por el platino y también por el paladio y el rodio que contiene. Si te sustraen el catalizador, no podrás circular sin él, la ley obliga a llevarlo.
Aunque sin el catalizador el vehículo funciona, provoca algunos desajustes, como el incremento del consumo de carburante y, sobre todo, el de emisiones de gases contaminantes, ya que este componente se encarga de reducir estos gases nocivos para la salud.
En Volvo Cars tenemos el compromiso de reducir las emisiones en toda nuestra cadena de valor, incluidas las que provienen del tubo de escape de nuestros automóviles: nuestro objetivo es reducirlas a la mitad para 2025 a través de versiones electrificadas de todos nuestros modelos, con el XC40 Recharge y el C40 Recharge completamente eléctricos, que no producen emisiones de escape porque no necesitan de un sistema de escape para funcionar.