Historia de los Crush Test Dummies, los muñecos de prueba de coches

Los crash test dummies o maniquíes para ensayos en colisiones llevan con nosotros casi un siglo. Y aunque han cambiado tanto en aspecto como en tecnología, siguen siendo fácilmente reconocibles. Bajo su aspecto neutro e imperturbable, con los clásicos círculos ajedrezados de calibración en distintas partes del cuerpo, se esconden tecnologías muy útiles que ayudan a mejorar la seguridad en el transporte.

Crash Test Dummies: el papel de los muñecos de prueba

Su papel es más que evidente: sustituir a personas reales en los ensayos de colisiones, para identificar de la forma más aproximada posible a la realidad qué lesiones sufriría una persona en cada tipo de accidente. Actualmente, hay crash test dummies que replican el cuerpo humano con diferente sexo, peso y altura, que permiten a los fabricantes seguir mejorando la seguridad de sus vehículos, especialmente los elementos de seguridad pasiva.

Historia de los crash test dummies

Su historia se remonta a los años 50 del siglo XX, cuando en la primera mitad del siglo los accidentes en automóviles y otros medios de transporte como el avión empezaban a alcanzar cifras llamativas. Para comprobar el comportamiento de las diferentes medidas de seguridad que iban surgiendo se solían utilizar voluntarios, aunque dicen que no había muchos. Para las pruebas más peligrosas se recurría a otros métodos: no era raro ver a los ingenieros haciendo pruebas de choque y resistencia con animales (especialmente cerdos, monos e incluso osos) y se llegó incluso a usar cadáveres cuando la ocasión lo requería. Todo en pos de un mejor entendimiento de cómo afectaban los impactos a diferentes velocidades en los seres humanos.

Sierra Sam: el primer dummy de la historia

El primer dummy se llamó “Sierra Sam“, como su inventor Samuel Anderson; lo fabricó en 1949 la empresa Sierra Engineering, a la que la fuerza aérea estadounidense había hecho el encargo. Era un muñeco del tipo “percentil 95%”, lo que quiere decir que era más alto y pesado que el 95% de los pilotos de avión de la época, buscando no quedarse cortos en cuanto a sus cálculos. Estaban el asiento eyectable para los cazas. El Coronel John Stapp fue quien compartió los datos de todas esas pruebas en 1956, para ver qué podía hacer la industria por mejorarlos.

En vista de los buenos resultados en las pruebas con el Sierra Sam se fabricaron otros modelos como el VIP-50, al que GM mejoraría con una versión más evolucionada llamada Hybrid I en 1969 y del que luego surgirían las versiones II y III. El Hybrid III de 1997 se convirtió en el estándar de la industria, que adoptaron la mayor parte de organismos reguladores (como el Instituto Nacional de Estándares y Tecnología y la Organización Internacional de Normalización), y por extensión los fabricantes de coches para sus pruebas.

¿Cómo funcionan los crash test dummies?

Entre los detalles que llevan estos dummies se incluyen acelerómetros, potenciómetros y sensores de presión. Tienen muchas piezas móviles, simulando el esqueleto humano. Mediante técnicas de biomecánica se examinan todos los datos que se graban para entender su comportamiento: tras los choques pueden examinarse y ver en ellos efectos muy parecidos a los que sufriría un ser humano “de verdad”.

Los más modernos tienen detalles como que pueden calcular la presión que ejercen sobre el abdomen o la pelvis los cinturones de seguridad. Los dummies también tuvieron un papel muy importante cuando se inventaron los airbags; de hecho se desarrollaron las versiones infantiles de los maniquíes porque se había visto que el comportamiento de este dispositivo difería mucho en cuanto a seguridad para adultos y niños de menor estatura. La “familia completa” del Hybrid III ahora incluye versiones de dummies hombre/mujer, personas de baja estatura (5%), bebés y niños de 3 y 6 años. Estos últimos se utilizan para probar las sillas de seguridad infantiles.

Una de las grandezas de los dummies es que todas las empresas y organismos involucrados en su fabricación y estandarización siempre los han desarrollado haciendo pública la información y los datos de las pruebas, para que cualquier otra empresa pudiera utilizarlos y aprender de su comportamiento. Hoy, los coches son cada vez más “cajas negras” en las que los datos de conducción y accidentes quedan registrados, lo cual además permite examinarlos con posterioridad para mejorar todavía más su seguridad.

Pruebas virtuales: la alternativa a los tradicionales “dummies”

Los dummies, tal y como los conocemos, siguen mejorando con el paso de los años, en diversos ámbitos. Y uno de ellos es abrir el abanico de formas, pesos y tamaños de los maniquíes, no centrándose solo, como al principio, en “copias de hombres”. Ya hay dummies “físicos” que representan el cuerpo de niños, de mujeres y de personas con diferentes pesos e incluso con debilidades propias de una edad avanzada.

Una de las ventajas de un dummy virtual es que puede diseñarse con cualquier sexo, peso, altura o complexión, replicando con total fidelidad también el interior del cuerpo humano. Y es que, en parte debido al coste de fabricación que tiene un dummy, y gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías, surgió como alternativa la simulación por ordenador de los accidentes, es decir, las pruebas virtuales. Este tipo de maniquíes virtuales, generados por un software de modelado, son usados por decenas de fabricantes en todo el mundo para estudiar las lesiones que provoca una colisión en el cuerpo humano.

Hace unos años Volvo Cars lanzó la Iniciativa E.V.A., un proyecto para compartir más de 40 años de investigaciones en seguridad, con el objetivo de que los vehículos sean más seguros para todos, no solo para el usuario masculino promedio. Según los datos de investigación de Volvo Cars, a los que se suman los recopilados de otros estudios, debido a algunas diferencias anatómicas, las mujeres corren más riesgo de sufrir algunas lesiones, como por ejemplo el latigazo vertical. Con base a esta información, desde Volvo se diseñaron crash test dummies virtuales, cuyo uso se plasmó en el desarrollo de nuevas tecnologías de seguridad.

Aunque los tests de choque reales sigan siendo necesarios, los laboratorios virtuales permiten replicar miles de accidentes a un coste mucho más bajo, variando ligeramente cada escenario. Así se pueden probar materiales, nuevos componentes y también modelos concretos de vehículos, en diferentes tipos de colisiones, antes de hacer los tests físicos.

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