En el complicado camino que nos queda por recorrer en las próximas décadas para conseguir reducir el calentamiento global, algunas ideas llaman la atención por su planteamiento y originalidad. Una de ellas es la utilización de la atmósfera terrestre como parasol, rociándola con partículas reflectantes, de modo que se produzca un efecto de enfriamiento similar al de una erupción volcánica.
Las consecuencias de esta idea han sido ahora analizadas a fondo por Andrew Ng, un pionero de la inteligencia artificial, que trabaja como director del laboratorio de Inteligencia Artificial en Stanford y es más conocido por haber fundado la web educativa Coursera, además de haber estado entre los fundadores de Google Brain, Baidu y DeepLearning.AI.
Geoingeniería solar: un parasol sobre de nosotros
La geoingeniería es controvertida de por sí porque acciones realizadas por el hombre como la captura y almacenamiento de CO2 o la gestión de la radiación solar, como es el caso. Es una tecnología tan moderna, y en cierto modo poco probada, que plantea ciertos riesgos potenciales además de posibles problemas medioambientales, políticos y éticos.
La intervención que plantea Ng se conoce como Inyección de Aerosoles Estratosférica (SAI) y consiste en rociar la atmósfera con partículas reflectantes, que hagan rebotar parte de la luz solar que llega la Tierra e imite el efecto de enfriamiento típico del paso de las nubes o tras una erupción volcánica. ¿Qué sucedería si en vez de la naturaleza fuéramos nosotros quienes hiciéramos esas intervenciones? He ahí la incógnita.
Para entender las consecuencias, los científicos han creado impresionantes modelos matemáticos a partir de toda la información de que disponemos. La labor de Ng y su equipo ha consistido en estudiar con técnicas de inteligencia artificial (IA) cómo serían los diferentes escenarios según la intensidad de esa intervención. El proyecto, un simulador llamado Planeta Parasol, está basado en código abierto, información de fuentes públicas e inteligencia artificial.
El fenómeno a partir de los datos
La labor de Planeta Parasol, desarrollado junto con las universidades de Cornell y California, es visualizar qué sucedería con las temperaturas globales si se usara la técnica SAI para que la atmósfera reflejara parte de esa energía solar o no.
El emulador climático se conoce como FAiR e incluye conceptos como las emisiones y concentración de gases de efecto invernadero, los efectos naturales (sol, volcanes), el ozono, el ciclo del carbono, el uso de las tierras de cultivo… Tanto los científicos, programadores y técnicos pueden bajarse el código y utilizarlo en sus simulaciones; para el común de los mortales la propia página permite modificar algunos parámetros y ver el resultado con unos pocos clics.
La más interesante es quizá que la página del Planeta Parasol resulta tremendamente informativa y divulgativa, con explicaciones detalladas sobre cada factor y además enlaces a diversos proyectos, trabajos científicos y al origen de los datos, para quien quiera investigar más.
Una herramienta para el debate
Según el simulador, siempre a partir de los datos procesados por la IA, con acciones muy «agresivas» en la lucha contra el cambio se podría llegar a 2060 prácticamente eliminando las emisiones de CO2. Con casi cualquier otra combinación de medidas por desgracia nos iríamos más allá de 2100. Y de seguir como hasta ahora, sin tomar medidas o con iniciativas muy escasas, las emisiones de CO2 seguirían incluso aumentando hasta 2080 al menos.
Está claro que esta herramienta busca principalmente fomentar el debate sobre el cambio climático y los posibles efectos positivos y negativos que servir de guía precisa. No hay que olvidar que aunque la idea de rociar la atmósfera con un producto que refleje la luz «suene bien» (excepto quizá para los conspiranoicos de los chemtrails) se desconoce cómo podría afectar a la capa de ozono, a las lluvias y a otros fenómenos climáticos. Pero también es un ejemplo de cómo la IA se va abriendo camino para validar estas nuevas ideas y mostrar sus pros y contras.