Cuando usamos los mapas de Google, Bing o Apple y nuestro GPS, para desplazarnos por una ruta, estamos viajando sobre una representación bastante precisa de la superficie de nuestras calles y carreteras, pero no sobre algo “perfecto”. Si imaginamos esos mapas como una representación ideal en un momento dado de la superficie del planeta –como si fuera una fotografía– nos encontraríamos con un problema al cabo del tiempo: el suelo se mueve. Debido a sucesos como los terremotos o el propio movimiento de las placas tectónicas, lo que parecía un punto fijo puede acabar unos años después a decenas de metros de distancia. ¿Qué sucede entonces?
George Musser se hizo esa misma pregunta y tiene un precioso y completísimo artículo en Nautilus titulado “What Happens to Google Maps When Tectonic Plates Move?” (¿Qué sucede con Google Maps cuando se mueven las placas tectónicas?) donde investiga esta curiosa circunstancia y qué hacen los científicos, geógrafos e ingenieros para solucionarlo.
Lo primero que hemos de saber es que la Tierra no es perfectamente esférica, sino más bien un geoide: una especie de esfera achatada por los polos y un poco más gruesa en el ecuador (debido al movimiento de rotación). Eso es lo primero que se tiene en cuenta a la hora de dibujar los mapas, lo cual es un trabajo delicado, pero no supone un problema mayor.
Pero ni siquiera ese geoide es perfecto: en vez de tener suaves y precisas curvas es más bien como una patata. Esto es porque tiene unas zonas más altas que otras (montañas, valles, mares) lo que complica las representaciones ideales. Por suerte la diferencia no es muy grande y es como suponer que una naranja es esférica, porque su piel irregular es en comparación con su tamaño bastante lisa. En el caso de la Tierra se ha medido incluso que la fuerza de la gravedad en la superficie es ligeramente diferente, pero apenas se nota a causa de su gran tamaño. Pero es así de irregular y los cartógrafos han de tenerlo en cuenta.
Con el paso de los años las placas tectónicas se mueven, imperceptiblemente para nosotros pero de forma más marcada para los instrumentos, a menos que se produzca un violento terremoto de gran magnitud. El terremoto de Japón de 2011 desplazó la costa unos 4 metros en algunos puntos, sin ir más lejos. También se sabe que entre unos mapas históricos y otros puede haber diferencias de hasta 50 metros, a los que hay que añadir que la precisión de los GPS también varía unas cuantas decenas de metros, dependiendo de la visibilidad de los satélites, la calidad de la señal y otros factores.
Para calibrar las imágenes se utilizan puntos de referencia fijos marcados en el suelo en una red de control geodésico, pero existen dos versiones distintas (llamadas WGS 84 y NAD 83) una de las cuales ya no se actualiza y la otra sí, por lo que van variando. La antigua ya está desplazada unos 2 metros del centro de la Tierra. Y en 2022 se actualizará la nueva y “casi todo” se moverá 1 metro más o menos (especialmente «fuera de los Estados Unidos», que es de donde es originaria).
Cabe esperar que en los próximos años la tecnología permita afinar esos errores propios del GPS actual y de los mapas creados a partir de fotografías de satélites, así como que se actualicen más frecuentemente incluso aunque las placas tectónicas se sigan moviendo. Así que aunque los mapas siempre sean ligeramente imprecisos, seguiremos pudiendo llegar a tiempo a todas partes.
Foto | (CC) Placas tectónicas Americana y Euroasiática en Islandia @ Flickr; Placas tectónicas mayores (CC) Wikimedia