En un lugar de Ann Arbor (Michigan, Estados Unidos) existe una pequeña gran ciudad de mentirijillas en la que las cosas no son como parecen. Podría pasar por un decorado de Hollywood: los edificios son simplemente paredes de madera pintadas y las calles tienen semáforos, pasos de peatones, baches y tapas de alcantarillas. Si se piensa bien, construir una ciudad falsa no es algo tan caro o complicado: tan solo para rodar Matrix: Reloaded los Wachowskis invirtieron unos dos millones y medio de dólares en construir el tramo de autopista de casi 3 km en el que se rodó la espectacular persecución con coches y motos.
Pero la MCity, que es como se llama este peculiar lugar, no es para organizar carreras de coches. Más bien es para investigar sobre la carrera tecnológica de los coches, más concretamente las posibilidades de las tecnologías de los coches conectados y de los coches autónomos. Y es que para hacer las pruebas sin utilizar entornos reales conviene que los vehículos se muevan en zonas urbanas y suburbanas lo más parecidas posible a la realidad.
MCity ocupa unas 16 hectáreas (160.000 m²) en forma de zona aislada del exterior; en total, unos 300 metros de ancho y 600 de largo. Tiene de todo: la orientación Norte-Sur de la mayor parte de las ciudades, distintos tipos de suelo (asfalto, ladrillo, tierra), curvas de diversos radios, calles de dos, tres y cuatro carriles, zonas de aparcamiento, rotondas y túneles. Además de edificios falsos (que además son “móviles”), también tiene zonas verdes y elementos típicos de las calles, como bocas de incendios, bancos o buzones. Hay intersecciones con y sin semáforos y toda una variedad de señales e indicadores: limitaciones de velocidad, calles prohibidas, indicadores de colegios y demás. Incluso hay un pequeño paso a nivel. En total son unos 7 km de calles y recorridos.
Los coches circulan por el entorno de un lugar a otro, mientras los técnicos examinan todo lo que hacen. Es normal ver muchos de ellos deambulando por la mini-ciudad para simular el tráfico real, porque investigar los flujos de tráfico para reducir los atascos es otra de las ideas. En muchos casos no se ve, pero se están comunicando unos con otros mediante comunicación vehículo-a-vehículo (V2V) para anticipar las frenadas, negociar las intersecciones o avisarse de problemas en la calzada.
Para las pruebas de seguridad hay muñecos que simulan a los peatones: figuras de corcho de varios tamaños vestidos de diferentes colores, a los que no les sucederá nada si un vehículo de pruebas no los detecta y no frena a tiempo. Algunos son muñecos dummies como los que se utilizan en las pruebas de choques, para obtener datos más precisos en caso de imprevistos.
Todo el montaje es además muy ingenioso: las señales no están precisamente “limpias y cristalinas”, sino sucias, polvorientas o mojadas: así se puede comprobar si las cámaras de los coches pueden leerlas correctamente. Y cada prueba que se realiza está cuidadosamente coreografiada según las necesidades del momento: alguien que mueve un muñeco a mitad de la calzada, aunque el semáforo de peatones esté en rojo, variaciones en la altura de un túnel para comprobar si los vehículos detectan correctamente el gálibo, o semáforos que fallan repentinamente.
El proyecto, que lleva en funcionamiento desde 2015, tiene una virtud especial: ha servido como punto de encuentro para representantes de la industria automovilística, de la administración y de las universidades y centros de investigación a nivel internacional. El objetivo es conseguir que se cumplan predicciones como las que confían en que los coches autónomos tengan un 90% menos de accidentes que los actuales, pero también cuidar del medio ambiente y crear y probar estándares como los de comunicaciones V2V en condiciones “casi reales”.
Los socios y afiliados de la MCity son una mezcla de entidades públicas y privadas. Se cuentan por decenas y aunque no se ha hecho público el número de pruebas que se han realizado, las instalaciones dicen que mantienen un buen ritmo de uso. De hecho, algunos de los desarrollos han llegado a salir del “recinto” para circular por lugares cercanos, como en el caso del MCity Driverless Shuttle, un pequeño autobús-lanzadera autónomo que hacía una ruta fija alrededor de la universidad hasta la propia MCity. Las pruebas en este caso eran tanto de circulación como sociales: se trataba de ver cuáles eran las reacciones de las personas ante la posibilidad de subirse a un autobús sin conductor. Reacciones muy humanas que requerían de gente real, porque de momento los muñecos de cartón no sirven para eso.
Fotos | Universidad de Michigan