La tecnología que hace posible el airbag para bicicletas
A mediados de los 70 la tecnología permitió fabricar los primeros airbags –idea patentada décadas antes– y en Europa comenzaron a llegar a principios de los 90. Su demostrada efectividad hizo que desde entonces, y sobre todo a partir de los años 2000, se utilizaran en todo tipo de variantes: airbags laterales, de cortinilla, de rodilla, centrales… y que su uso se hiciera obligatorio en todos los coches. La cuestión ya no era si el coche tenía airbags o no sino cuántos y dónde. Mucha gente perdió la cuenta.
¿Y qué hay de las bicicletas?
El fabricante sueco Hóvding tiene una propuesta bastante interesante: un “casco de bicicleta” que no es un casco, sino una especie de casco-airbag que va plegado en una especie de collar, donde se incorporan los sensores, electrónica y componentes necesarios para evitar daños en la cabeza en caso de accidente.
Los sensores giroscópicos del Hövding calculan los movimientos del ciclista a velocidad ultrarápida: 200 registros por segundo. Se comparan con los movimientos “previstos” por los algoritmos de su software. Si detectan un error o aceleración demasiado rápida e inesperada –señal normalmente inequívoca de una colisión inesperada, como en el caso de los airbags de coche– activan el inflado del dispositivo. Eso requiere tan solo 10 centésimas de segundo y el “casco inflable” cubre toda la cabeza, menos el rostro.
Este modelo de airbag cuenta con una batería para 15 horas de funcionamiento y se recarga con un cable USB normal y corriente. Tiene un aviso de “batería baja” y puede conectarse –opcionalmente– por Bluetooth con el teléfono móvil para registrar datos interesantes como los recorridos, la velocidad de pedaleo y similares. Una función interesante es que si no hay reacción la app del teléfono puede recibir la orden de avisar a los contactos ICE (In Case of Emergency o “En caso de emergencia“) que estén asignados en la agenda.