En Venturi Astrolab están desarrollando lo que hace más de 50 años fue para la NASA un «complemento exótico» de las misiones lunares Apolo: un vehículo rover adaptado para el transporte de personas y materiales de un lugar a otro sobre la superficie de la Luna y, eventualmente, de planetas como Marte.
Haciendo honor a su sugerente nombre, el FLEX (Flexible Logistics and Exploration Rover) es un vehículo capaz de adaptarse a distintas funciones. Porque, como explica el astronauta Chris Hadfield, consejero de la compañía y astronauta jubilado, «una de las primeras cosas que se aprendió de las misiones Apolo fue que para hacer algo interesante allá arriba había que mover objetos y astronautas de un lugar a otro nada más llegar, de ahí que la NASA desarrollara y enviara el rover lunar poco después». Ahora la idea es la misma, con la diferencia de que el FLEX podría servirle a la NASA, a las Spaceship de Elon Musk o a cualquier otra entidad u organización que quiera enviar sus misiones a la Luna o, en el futuro, incluso a Marte. Es algo así como fabricar los vehículos más exclusivos del mundo, con la ironía de que son para que viajen más allá de nuestro mundo.
El prototipo de FLEX, que ya se está probando en entornos reales, parece más un carro eléctrico biplaza que un pequeño coche todoterreno: sus tripulantes viajan de pie y el FLEX en sí tiene aspecto de grúa elevadora de contenedores. Sus dimensiones son más que notables: más de un metro y medio de altura y espacio entre las ruedas para transportar contenedores de hasta 3 metros cúbicos, diseñados con unas sujeciones especiales en diversos tamaños. También puede llevar contenedores más pequeños en la parte superior, además de a los propios astronautas que lo conducen. Es un vehículo completamente eléctrico, que se recarga con energía solar mediante un cable umbilical al llegar a la base. Y aunque es pesado (cerca de 500 kg) también es cierto que puede transportar hasta una tonelada de materiales.
La idea es que el FLEX pueda llegar a su destino dentro de un contenedor compacto en alguna de las muchas naves espaciales que se están diseñando. Sus ruedas pueden girar 360 grados para orientarse correctamente en cualquier dirección y un mecanismo hidráulico y de suspensión permite subir y bajar tanto los ejes de las ruedas –también flexibles– para mantener la estabilidad sin problemas incluso en el más pedregoso de los terrenos. Es esta flexibilidad la que le permite circular sin problemas por pendientes inclinadas y superar cualquier pequeño obstáculo.
Una de las ventajas de FLEX respecto a otros competidores es que no existe sólo como dibujos y animaciones 3D en la mente de los diseñadores e ingenieros. Aunque se ha usado ese recurso para transmitir algunas ideas, al prototipo real se han subido astronautas de verdad y lo han estado probando en el desierto más parecido a la Luna que han podido encontrar. Es la mejor forma de entender en primera persona cómo de fácil o difícil es llevarlo de un lado a otro y hacer cosas con él. Dicen que por un lado es una actividad divertida y por otro permite darse cuenta de detalles como lo complicado que es manejarse entre piedras, polvo (que en la Luna además es ligeramente distinto) y temperaturas extremas, siempre manteniendo los sistemas de soporte vital para los astronautas.
El FLEX se plantea por tanto como un vehículo diferente de los tradicionales en las misiones especiales, adaptado no tanto a una visita rápida a nuestro satélite para hacer fotos, sino como parte de la flota de vehículos que habrá que llevar para poder mantener instalaciones permanentes y útiles, transportando materiales grandes y pesados y con una larga vida en la que se necesite el mínimo mantenimiento posible. Además, como recuerda Hadfield, la Luna es sólo un primer paso, porque se necesitarán vehículos similares también para Marte. Así que es comprensible que vayamos practicando cuanto antes «cerca de casa».
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