Innovación

Un gran legado: los inventos que nos dejaron las misiones Apolo de la NASA

La carrera espacial que culminó con la llegada y el alunizaje de Armstrong y Aldrin hace ahora 50 años tuvo unas consecuencias colaterales interesantes. Toda la tecnología que hubo que desarrollar para las misiones Apolo encontró luego aplicaciones más allá del espacio, en usos civiles y militares, muchos de los cuales disfrutamos cada día.

El catálogo completo de estos inventos sería inmenso, pero la NASA ha recordado algunos de ellos en un vídeo conmemorativo y a esa lista hemos añadido algunos que resultaron especialmente relevantes por sus aplicaciones en el transporte y en áreas relacionadas.

1. Nuevos materiales para ruedas y neumáticos. Goodyear y el Centro Espacial Johnson trabajaron en las ruedas del rover lunar, el vehículo con aspecto de “buggy” el que los astronautas circularon por la Luna a partir de la misión Apolo 14 para explorar los alrededores del lugar de aterrizaje. El nuevo material de que estaban fabricados se comportaba bien incluso bajo el el frío más intenso, a -125ºC. Más adelante se usaría en los neumáticos convencionales de algunos coches, ya en la Tierra. Además de esto, DuPont inventó unas nuevas fibras que se usaban en los paracaídas y que eran cinco veces más resistentes que el acero; de ahí pasaron a usarse también en los neumáticos de algunos vehículos terrestres.

2. Células solares fotovoltaicas. Forman los paneles que alimentan de electricidad a las sondas, rovers y naves espaciales, además de a algunos modernos coches eléctricos. Su historia es larga, pero cuando la NASA empezó a usarlas en sus primeros satélites fue cuando adquirieron verdadera notoriedad y se produjeron avances importantes. En este caso se suele decir que la NASA no fue exactamente quien las inventó, pero que sin su insistencia y apoyo económico cuando eran totalmente antieconómicas –en plena crisis energética en los años 70– contribuyó notablemente a su desarrollo.

3. Barreras radiantes. Son materiales que por definición bloquean o minimizan la transferencia de calor. Tienen la forma de esas características telas o plásticos dorados o plateados con los que se “envuelven” ciertos componentes de las naves espaciales. Su versión más mundana, como accesorios para coches, son los parasoles que mucha gente pone en los salpicaderos en los días de mucho sol y calor, para evitar que el interior se sobrecaliente demasiado.

4. Tejidos ignífugos. El incendio de la cápsula del Apolo 1 en la plataforma de lanzamiento –que acabó con la vida de tres astronautas– hizo que la NASA extremara las precauciones ante el fuego y los incendios. Desde entonces todos los materiales que viajan en las naves espaciales son ignífugos: o no arden o tienen una gran resistencia al fuego. Trajes y banderitas incluidos. La idea aplicada a los trajes espaciales se trasladó a los monos ignífugos de las competiciones de automovilismo, con varias capas de material que protege a los pilotos de temperaturas de hasta 700º a 1400º C, al menos durante el tiempo suficiente para recibir ayuda o escapar.

5. Amortiguadores de impactos para terremotos. Estas maravillas de la ingeniería, que se utilizan en edificios, puentes y otras estructuras, se derivan en parte de la tecnología desarrollada por la NASA para proteger las naves durante la fase de despegue desde las plataformas de lanzamiento. Allí los golpes, vibraciones y movimientos son similares a los de los terremotos y la forma de absorber y disipar toda esa energía es clave para mantener el equipamiento intacto.

6. Monitores médicos. Esta tecnología es tan común que la tenemos tanto en los hospitales como en nuestros hogares, en forma de medidores de pulsaciones y respiración, registrando desde la temperatura a la actividad cardíaca. La mayor parte provienen de los sensores y monitores de Spacelabs, una compañía creada en 1958 para trabajar junto a la NASA en la monitorización de la salud de los astronautas del programa Gemini. Otros inventos similares son los termómetros aurales o de infrarrojos, que permiten tomar la temperatura sin contacto, como los que tenemos hoy en día en casa.

Y hay muchos más inventos, como parte de la tecnología de las balsas inflables, que además de proteger a los astronautas tras amerizar se usan hoy en día en barcos y aviones, o las baterías recargables para los audífonos, que hubo que miniaturizar para usar en los auriculares de la época, y que hoy usamos también a diario en forma de baterías recargables para audífonos, relojes, juguetes o mandos a distancia.

Más allá de los inventos de las misiones Apolo

Hay otra lista muy curiosa de inventos atribuidos a la NASA que en realidad no fueron inventados por la NASA. Entre ellos los circuitos integrados (que datan de 1958, por parte de Texas Instruments y Fairchild Semiconductor); el teflón (inventado por DuPont en 1941); el refresco Tang (de General Foods) y el velcro (de Georges Mestral, allá por 1941).

También está la conocida leyenda urbana de la “invención” del bolígrafo que funcionaba en “gravedad cero”. Se decía que la NASA gastó un millón de dólares en desarrollarlo, pero que los soviéticos fueron más listos y resolvieron el problema usando lápices. Nada de eso. En muchos vuelos se usaron lápices de grafito, aunque luego cambiaron a bolígrafos por seguridad (el grafito es conductor y si se rompía y flotaba por ahí podría ser un problema). Después de comprar unos primeros bolígrafos carísimos –a unos 900 dólares actuales la unidad– la empresa Fisher Pen desarrolló otros que funcionaban bien y la NASA pudo comprar a unos 6 dólares la unidad; hoy en día se conocen como Space Pen y se venden por Internet.

Fotos y vídeo | NASA

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