A veces se pueden utilizar ciertas tecnologías para cuestiones realmente alejadas de la idea para la que fueron concebidas. Un buen ejemplo suele ser el conocido GPS (Sistema de Posicionamiento Global por satélite), que empezó siendo un proyecto militar estadounidense al alcance de sus fuerzas armadas y hemos acabado usando para calcular la velocidad a la que circulamos en coche o el recorrido que hacemos en una sesión de running por el campo. Ahora en la NASA han conseguido utilizar los datos de unos de sus satélites para resolver una pieza de un puzle que mantenía intrigados a los científicos que estudian el cambio climático tal y como han publicado en la revista Nature.
El estudio se refiere al ciclo del agua, algo que estudian todos los niños en la escuela primaria, y más en concreto a los datos precisos acerca de la evapotranspiración, que tiene que ver con cómo los terrenos pierden humedad por evaporación directa debido al calor del Sol y la transpiración de la vegetación. Aunque se sabían muchas cosas sobre este proceso y parecía que este factor empeoraba al aumentar la energía recibida, no había datos precisos ni históricos para justificarlo.
Lo que han hecho los científicos es utilizar los satélites de la misión GRACE (Gravity Recovery and Climate Experiment) para calcular esos datos. Estos dos satélites gemelos se lanzaron en 2002 con instrumentos para medir de forma muy precisa el campo gravitatorio de la Tierra y sus más ínfimas variaciones, no sólo para tomar fotografías. Esto ha permitido acumular más de 17 años de datos que han utilizado desde oceanógrafos a físicos y climatólogos para revelar detalles sobre cómo es nuestro planeta.
La técnica que utilizaron ha sido calificada de «muy ingeniosa». El objetivo era saber dónde está el agua sobre los terrenos y cómo se mueve con el paso del tiempo debido a las lluvias y el efecto de la vegetación. Pero con los satélites no es fácil comparar imágenes y saber dónde está el agua –muchas veces incluso las nubes obstruyen las vistas– así que pasaron a otra idea: que donde haya más cantidad de agua habrá más atracción gravitatoria. De este modo, si caen miles de millones de toneladas de agua sobre la amazonia esa zona mostrará una gravedad mayor medida desde el espacio. Si el Nilo se desborda, los terrenos cercanos ganarán masa y atracción gravitatoria. Y comparando los valores de los dos satélites GRACE se puede afinar mucho más cuál es el valor, la posición exacta y por tanto dónde están esas masas de agua. Sin necesidad de verlas.
Los científicos de hecho dividieron el ciclo del agua en tres partes: la evapotranspiración, la descarga de los ríos y la filtración y acumulación en los terrenos. De este modo todo lo que sucede con el agua queda registrado y se pueden crear gráficas y modelos matemáticos más precisos. Esos modelos indican qué está sucediendo: básicamente que a medida que aumenta la energía por el calentamiento global hay más evapotranspiración (unos 2,3 mm por año, un 10% a la larga), más precipitaciones (un aumento del 3%) y menos descargas (un 6%). Esto por sí sólo sería un frío dato, pero confirma otros estudios y se considera como una pieza del puzle climático que encaja bien con lo que se sabía hasta ahora.
Entre las razones detrás del calentamiento global está el aumento del CO2 y efectos como los de El Niño-Oscilación del Sur, un patrón climático de calentamiento y lluvias seguido de enfriamiento. En la actualidad todos los países, empresas y entidades gubernamentales siguen comprometiéndose con objetivos para acelerar la electrificación de todo tipo de industrias, especialmente la del transporte, para así reducir las emisiones contaminantes y luchar contra el cambio climático. Con estudios como este, que confirman que dejar que la Tierra se caliente tiene un efecto directo sobre la pérdida de humedad en los terrenos, se añaden más razones para redoblar esos esfuerzos.
Fotos | NASA; Pascolini-Campbell et al.