Las especies depredadoras que conviven con nosotros en algunas zonas del globo, como los lobos, son controvertidas porque su expansión o reducción, así como los beneficios o perjuicios que causan, son difíciles de evaluar. Ahora la ciencia ha intentado dejar de lado el debate ideológico para calcular cómo afecta la presencia de estos depredadores a otras especies y por extensión a las propiedades y vidas humanas. Es un curioso «efecto en cascada» que ha sido analizado en todo detalle y del que se extraen conclusiones interesantes.
El estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Wisconsin–Madison se centró en la población de lobos del estado norteamericano de Wisconsin, y comenzó en 1979 llegando hasta nuestros días. Allí conviven lobos (Canis lupus) y ciervos. Pero también está el factor humano y las carreteras que discurren por la región. No es poco habitual que se produzcan accidentes por colisiones con ciervos, causando daños a los vehículos y en ocasiones a las personas que viajan en ellos. Esos daños son significativos: en Estados Unidos se estiman en un millón de colisiones al año y unos 10.000 millones de dólares en daños. La cuestión es: ¿influye la presencia o ausencia de lobos en la cantidad de accidentes con ciervos y en el total de daños causados por las colisiones?
La respuesta es que sí, dado que cuantos más lobos hay en el entorno más controlada está la población de ciervos. El análisis de los fríos números indica que allí donde existen o se introducen poblaciones de lobos las colisiones se reducen cerca de un 25%, algo que podría considerarse un «beneficio económico» y que resulta ser más de 60 veces el coste que causan otros incidentes verificados de lobos cuando, por ejemplo, atacan al ganado (que es uno de los principales problemas por los que muchos habitantes no quieren lobos cerca).
Si el hecho de que haya menos ciervos produce beneficios, ¿no sería suficiente enviar a cazadores para ocuparse de ellos? La curiosa respuesta es que no, porque el comportamiento de los lobos con sus presas es muy distinto del de los cazadores humanos. Según el estudio, tanto los lobos como los ciervos se acostumbran a vivir en una especie de «escenario del miedo» donde presas y depredadores han de estar constantemente atentos para anticiparse a las situaciones. Los lobos aprenden a moverse por carreteras, canalizaciones y corredores, porque es más rápido y eficiente. Si los ciervos se sitúan en esas zonas, son cazados más fácilmente. De modo que los ciervos aprenden a rehuir esas zonas, que es por donde habitualmente pasan los coches y otros vehículos, simplemente porque es más seguro ir donde no están los lobos.
En el estudio se analizaron casos de decenas de condados de Wisconsin donde en unos había lobos y en otros no, para realizar una análisis comparativo. Con los datos normalizados se llegó a la conclusión de que cuando en un lugar llegan los lobos, y se mantienen allí, las colisiones de automóviles con los ciervos se reducen un 30%. Los datos también apuntan a que el control de la población de ciervos es compatible con la coexistencia entre lobos y cazadores, y a que esos mismos datos son extrapolables a entornos similares en Europa.
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