El transporte es el sector más consumidor de energía en la Unión Europea y en España, sobre todo el de carretera, y todavía depende de los combustibles fósiles (gasolina y gasoil). Por eso también es responsable de la mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), y el segundo son las actividades industriales. Solo el transporte por carretera ya supone un 27,8% del total en nuestro país de las emisiones GEI. La buena noticia es que existen varios tipos de combustibles alternativos y ecológicos para ayudar en la descarbonización y luchar contra el cambio climático.
Actualmente, se están explorando muchas materias primas para acabar con la dependencia del petróleo. Si bien los vehículos eléctricos, que producen cero emisiones, se están imponiendo en el mercado, cada vez se avanza más en otras opciones, como los combustibles alternativos y ecológicos, aquellos que se muestran como una opción más sostenible que los basados en petróleo. Entre ellos, el hidrógeno y biocarburantes como el biodiésel.
Alrededor del 5% de los 270 millones de coches y furgonetas que circulan hoy en la Unión Europea usan combustibles alternativos, según datos del Observatorio Europeo de Combustibles Alternativos y Eurostat.
Hidrógeno
Los combustibles a base de hidrógeno, el elemento químico más abundante del universo, cuentan con un gran potencial para la transición energética. Las celdas de combustible de hidrógeno serían una opción viable para descarbonizar medios de transporte pesado, como autobuses, trenes y barcos. De hecho, ya se utiliza para generar energía en los sistemas eléctricos de las naves espaciales. Y varios fabricantes de coches lo han desarrollado para propulsar vehículos, entre ellos, Volvo (en camiones para largas distancias).
Más cuando la Unión Europea acaba de dar un paso más para impulsar su adopción: para 2031 deberá haber estaciones de repostaje de hidrógeno al menos cada 200 kilómetros a lo largo de la red básico de la Red Transeuropea de Transportes (RTE-T). “En vehículos, una celda de combustible puede ser de dos a tres veces más eficiente que un motor de combustión interna que funciona con gasolina”, explica la EIA. Otra de sus ventajas es que se puede almacenar en grandes volúmenes (como gas o como líquido).
Sin embargo, la producción de hidrógeno todavía resulta muy costosa. Su extracción lleva mucho tiempo (y necesita de combustibles fósiles para ello, así como para la a fabricación de la pila de combustible), almacenarlo es complejo, su transporte cuesta mucho dinero, es altamente inflamable y muy sensible a las altas temperaturas, entre otros inconvenientes.
Así que aunque el hidrógeno es un recurso finito y resulta mucho más eficiente que el combustible convencional, la tecnología de celdas todavía es relativamente nueva y se necesita investigar más para, por ejemplo, extraerlo y producirlo con energía solar y eólica. Es necesario invertir más en su desarrollo.
Biodiésel
Este tipo de combustible alternativo y ecológico se procesa, como sucede con otros biocombustibles, a partir de recursos orgánicos. En concreto el biodiesel proviene de aceites vegetales (aceite de soja, palma o maíz y el de cocina usado, entre otros) o grasas animales. Se mezcla con el diésel convencional Cada vez se considera más como sustituto de los combustibles fósiles en el sector transporte (especialmente ferroviario y automóviles y flotas) por sus beneficios: no es tóxico, libera menos GEI, es biodegradable, se puede producir en cualquier lugar, es más seguro de usar y transportar que el diésel. Su principal desventaja es su alta sensibilidad a la temperatura (se debe mantener en determinado rango cuando está almacenado).
Etanol
Utilizado durante décadas como combustible alternativo, está elaborado con cultivos agrícolas como el maíz, la caña de azúcar y otras materias primas y también se mezcla (con gasolina). Es una fuente de energía renovable y limpia que ofrece un mejor rendimiento y eficiencia. Pero resulta costoso de producir y requiere de terreno extenso para su cultivo y de una gran cantidad de agua.
