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Test para conducir con nieve

En los largos inviernos del norte de Suecia, las temperaturas suelen caer hasta –35˚C o menos. Para hacerse una idea, el congelador de una nevera normal está a –18˚C. Sin embargo, es este frío extremo el que crea el entorno perfecto para probar los vehículos Volvo.

Situadas justo dentro del círculo polar ártico, en la Laponia sueca, las instalaciones para pruebas de invierno de Volvo Cars celebran 30 años de trabajo ayudando a que sus vehículos sean más agradables de conducir, más fiables y más adaptables a cualquier situación. Es una parte de la red de pruebas en instalaciones y carreteras públicas de todo el mundo donde los expertos en dinámica de vehículos de Volvo evalúan, depuran y mejoran las características de conducción de sus vehículos. Tras miles de kilómetros y miles de horas en todas las condiciones imaginables —desde el asfixiante calor del desierto de EEUU, las carreteras públicas llenas de baches del norte de Europa o, aquí, en el Ártico, Volvo Cars no deja nada al azar cuando se trata de fabricar vehículos que puedan con todo. En la sede central de Volvo Cars hay incluso un simulador de alta tecnología con el que los ingenieros pueden «conducir» en las condiciones que elijan sin tener que abandonar siquiera la comodidad del taller. Es otro ejemplo del arte y la atención al detalle de Volvo Cars.

Las instalaciones para pruebas de invierno no aparecen en ningún mapa. Pero, a pesar de estar donde acaba la civilización, en un lugar muy difícil de encontrar, los ingenieros de Volvo emprenden normalmente una odisea para llegar allí desde su sede de Gotemburgo, tomando numerosos vuelos y conduciendo cientos de kilómetros.

En esta época del año, la nieve siempre está presente. Los árboles se extienden aparentemente hasta el infinito junto a las carreteras, con ramas dobladas en una genuflexión cargada de nieve. Es como conducir por una pista gigante para trineos.

conducir con nieveCuando llegamos al centro de pruebas —sin ninguna señal de Volvo ni ninguna otra parafernalia— pasamos por una barrera de seguridad aparentemente anónima antes de proseguir por una red de carreteras heladas hasta llegar a las instalaciones de Volvo Cars. Una caja verde rectangular que se esconde detrás de una valla de seguridad de tres metros de alto es el centro de actividades aquí. Una manada de vehículos, muchos de ellos envueltos en el uniforme que indica que son vehículos en desarrollo —un camuflaje en blanco y negro tipo cebra— forman fila en el exterior. Dentro, sin embargo, hay un ambiente de calidez, tranquilidad y concentración. Nos rodean algunos vehículos «cebra», muchos de ellos en lo alto de plataformas elevadoras. Los mecánicos trajinan alrededor de ellos. Algunos tienen la cabeza bajo el capó, otros están analizando secuencias de datos en los ordenadores. Podríamos estar en cualquier instalación de pruebas de vehículos del mundo, pero no es cualquier instalación. Estamos a 66° latitud norte, es decir, 5° al norte de Anchorage, Alaska.

De una de las oficinas escasamente decoradas del taller sale Roger Wallgren, responsable de funciones de la dinámica de los vehículos. Él y su equipo se encargan del desarrollo y el ajuste del chasis: diseñan el «carácter» de conducción de cada nuevo Volvo. Mientras hablamos, un conductor de reparto le entrega un paquete que contiene algunas piezas de la suspensión recién diseñadas y fabricadas que Roger ha pedido para instalarlas en un vehículo de pruebas. Puede que estemos a muchos kilómetros del pueblo más cercano, pero la verdadera calidad hace que ese servicio sea necesario.

Roger se pone su gorro de lana y su abrigo térmico: nos vamos fuera a conducir. Sin duda no es un trabajo normal de oficina. Tras los muros de este taller se encuentran las condiciones más extremas que se pueden conseguir para probar automóviles. Repartidas por miles de hectáreas de espectaculares paisajes árticos encontramos toda una red de pistas heladas para pruebas: rectas para alcanzar altas velocidades, caminos todoterreno, óvalos resbaladizos y curvas cerradas. Aquí se harán los test de coches, las pruebas de coche con nieve, cómo conducir en invierno, conducir con cadenas de nieve o conducir con hielo. Los vehículos serán sometidos a todo tipo de test invernales, se sacará el mayor partido a cómo conducir con nieve.

Aquí, Roger y sus colegas ponen a prueba sus vehículos, observando cómo reaccionan con diferentes calzadas, temperaturas, velocidades e intervenciones en la dirección. Para poder registrar e interpretar cada byte de datos, cada vehículo lleva conectado un ordenador portátil que va fijado a la consola central mediante un soporte. Descubrimos que hay un motivo para ello. Las condiciones extremas son equivalentes a la conducción extrema que Roger practica en estos vehículos para poder encontrar lo que busca. Si el portátil sale volando, puede hacerte mucho daño.

Conducir con nieve

Ocupo el asiento del acompañante mientras Roger zigzaguea por una recta helada cuya superficie está marcada, como si fuese un peine de metal, con surcos largos y profundos. Con intervenciones firmes en la dirección y una especie de danza entre los frenos y el acelerador, Roger consigue poner al límite al XC60 con tracción integral. A pesar de esa conducción tan enérgica, él y el vehículo parecen estar bien compensados y con la situación bajo control. Pero entonces, ¿qué busca Roger aquí? “Se trata de conseguir una sensación de confianza”, explica mientras deja montículos de hielo a nuestro paso. “Ponemos a prueba el vehículo utilizando todo tipo de intervenciones en la dirección —movimientos rápidos, movimientos que van aumentando lentamente— para ver si el vehículo hace lo que creemos que hará. Se trata de conseguir previsibilidad y sensación de confianza, uniformidad y control. Necesitamos un coche que pueda comunicarse con el conductor, para que este sepa lo que está pasando”.

“El objetivo final es la confianza que el conductor sentirá cuando lo conduzca”, explica Roger. “Cuando un vehículo pierde su agarre, ¿se puede controlar rápida y fácilmente? Queremos que sea predecible y fácil de controlar. No se trata de hacer un coche para invierno o para verano, sino uno que sea bueno en todas las condiciones”.

A la mañana siguiente empezamos muy temprano. La temperatura es de –31˚C, aunque conseguidos de manera artificial. Estamos dentro de un congelador. Mitad taller, mitad congelador industrial, permite a los ingenieros de Volvo simular «arranques en frío» extremo. Diez minutos aquí dentro y sientes que tus muslos son como trozos de carne congelada. En cada respiración, la sensación es como si tragásemos carámbanos de hielo. Un nuevo Volvo 316 ha pasado la noche aquí dentro. Cuando abren las puertas del congelador y el coche sale al sol de la mañana, el aire exterior más caliente —tenemos unos apacibles 2˚C, en comparación— hace que la condensación forme nubes de niebla alrededor del vehículo. Tienen ahora media hora para conducir el coche por las pistas de pruebas y poder aprovechar al máximo esa baja temperatura del vehículo. ¿Funcionan bien todos los líquidos de los sistemas mecánicos? ¿La dirección? ¿Los sistemas electrónicos? ¿Arranca a la primera? La respuesta es sí. Es un vehículo con una fortaleza de carácter suficiente para ir a cualquier sitio.

Roger está muy concentrado mientras conduce. Prácticamente puedes ver cómo su propio ordenador interno realiza pequeños cálculos. “Me encanta la parte de mi trabajo que tiene que ver con la ingeniería y la solución de problemas”, comenta. “Lo que hacemos aquí es equilibrar nuestra tecnología de conducción más moderna con las habilidades y la experiencia de los ingenieros de Volvo Cars, a quienes les encanta conducir. Esta unión de arte y ciencia es la que nos permite crear esa experiencia de conducción tan natural y gratificante”.

Es esta combinación de extremada atención al detalle, aportación humana de expertos y tecnología innovadora la que forma el núcleo de la nueva generación de vehículos Volvo, sin duda un sello de calidad.

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