Este proyecto de investigación científica está relacionado con el problema que suponen los plásticos para los océanos: toneladas y toneladas que se arrojan cada día en todas partes del mundo y que acaban contaminando las aguas y afectando a la vida marina, y por extensión a los seres humanos. Empresas de todo el mundo están cada vez más concienciadas con la contaminación y en la necesidad del reciclado de materiales plásticos, operar de forma sostenible y utilizar las energías de forma eficiente. En los océanos, los microplásticos son un problema especialmente delicado y la búsqueda de soluciones es algo urgente y necesario.
Ahora a un equipo de investigadores del Instituto de Ciencias Marinas de Sídney (Australia) y el Reef Design Lab, con el apoyo de Volvo Cars, se le ha ocurrido una forma muy ingeniosa y natural de acabar con toda esta polución: invitando a hacerlo a la misma vida natural que habita en los océanos.
El proyecto se llama dique de contención vivo (Living Seawall) y consiste en unas 50 placas hexagonales fabricadas con técnicas de impresión 3D imitando la estructura y aspecto de los manglares. Las placas se fijan con pernos a un dique de contención tradicional, cubriendo su superficie al nivel del mar, de modo que quede cubierto de forma natural por las mareas. Este tipo de intrincadas estructuras añaden complejidad y “escondrijos” a la estructura del dique, proporcionando un hábitat para la vida marina –en cierto modo como hacen los corales y otros objetos naturales y artificiales sumergidos bajo las aguas.
La idea es que la biodiversidad marina que se instale en el “dique vivo” sirva para absorber y filtrar los productos contaminantes que estén diluidos en las aguas, especialmente los metales pesados y otras partículas, proporcionando una limpieza natural. El efecto que tienen algunos organismos vivos en la limpieza de las aguas lo conocen bien los aficionados a los acuarios; las famosas fotos y vídeos de peceras de agua sucia, completamente turbia, que se limpian gracias a la presencia de ostras (que pueden filtrar varios litros de agua por hora) son una estupenda demostración.
El dique de contención vivo está instalado de momento en la bahía de Sídney; los investigadores lo monitorizarán durante los próximos 20 años para comprobar tanto la biodiversidad de la zona como la calidad del agua. A lo largo de este tipo se podrá ver si esta peculiar colaboración entre seres humanos y seres vivos marinos es una opción interesante de cara a resolver este problema global.