Se calcula que entre el 25% y el 40% de las emisiones globales de CO2 a la atmósfera están relacionadas con las actividades de construcción: carreteras, edificios, casas… Y de esas emisiones ni más ni menos que el 8% se deben a la producción de cemento, un componente clave del hormigón. ¿Podría un cambio en este aspecto permitirnos reducir esas emisiones para cuidar el medio ambiente, lograr una más rápida descarbonización de ciertos procesos y un entorno más sostenible?
La respuesta es que sí. Unos investigadores del Departamento de Ingeniería Civil y Medioambiental de la Washington State University han estado trabajando en la creación de un hormigón cuya huella de carbono es negativa. Se trata básicamente de una «prueba de concepto», no un producto a nivel industrial, pero al menos demuestra que esta idea es factible y que se podría investigar en esa línea. Podría decirse que en vez de contaminar más, es un hormigón que ayuda a mantener limpio el medio ambiente.
El «biochar», un componente principal
Una de las ideas de este nuevo proceso de producción es la incorporación del biochar (biocarbón) o «carbón vegetal», como se conoce comúnmente, aunque no son en la práctica lo mismo. Aunque se utiliza principalmente en agricultura, cuando se trata el biochar con las aguas residuales procedentes de la propia producción del cemento es capaz de absorber un 23% de su propio peso en dióxido de carbono del aire.
La clave es que el biochar absorbe el calcio de esas aguas –que son muy alcalinas– y al mismo tiempo el CO2 del aire, con la ventaja de que su estructura se fortalece al hacerlo. De este modo se logran tres cosas:
- Un hormigón más resistente.
- Absorber dióxido de carbono en el aire, con un balance neto que resulta en una reducción efectiva de las emisiones.
- Reutilizar el agua alcalina que de otro modo no tendría uso.
Un hormigón igual de resistente pero menos contaminante
El resultado final de todo el proceso es que se puede reemplazar hasta el 30% del cemento tradicional por el cemento procedente del biochar en esa nueva forma de producir hormigón. Teniendo en cuenta todos los factores, esto es, que tanto el proceso de pirólisis mediante el que obtiene normalmente el biochar como que al ser altamente poroso y estable absorbe mucho CO2, el resultado es un «hormigón negativo en carbono» que respeta el medio ambiente mucho más que el producido mediante el método tradicional.
De momento la idea ahí está, y sus creadores han recibido una beca e iniciado contactos para patentar el invento y ofrecerlo a empresas que puedan estar interesadas. Todavía queda mucho trabajo por hacer, incluyendo comprobar si la solución es escalable y comercialmente viable, pero el primer paso en esta nueva forma de realizar una de las actividades más viejas del mundo –construir y edificar– ya está dado.
Foto | (CC) Wander Fleur @ Unsplash