La contaminación acústica en los entornos urbanos afecta de forma negativa a los humanos y al medio ambiente. Así se recoge en un informe de la European Environment Agency que advierte de que el 20% de la población europea (aproximadamente 113 millones de personas) está expuesta de forma prolongada a niveles de ruido (al menos 55 decibelios) que resultan perjudiciales para la salud. Y señala que el tráfico por carretera es la principal fuente que provoca este exceso de ruido en Europa.
Para enfrentar este grave problema que causa trastornos de sueño, auditivos, cardiovasculares y estrés, entre otros, la ciudad de París activó unos radares que detectan el exceso de ruido emitido por los coches y motocicletas. Aunque de momento siguen con las pruebas y no ponen multas, la idea es que se empiece a sancionar en 2023. “Demasiado ruido enferma a la gente”, afirmó David Belliard, teniente de alcalde de París el día que se presentaron.
París cuenta ya con varios radares instalados en farolas. Hasta que estén oficialmente operativos a final de año, las autoridades de tráfico comprobarán su eficacia a la hora de registrar el ruido de vehículos en movimiento a la vez que toman una fotografía para identificar la matrícula. Antes de legalizarlos también deberán demostrar si son capaces de generar multas de forma automatizada. Esta medida se enmarca dentro de una ley de movilidad sostenible de 2019. Y París no es la única ciudad que los está probando, también los testan en Niza y Lyon. Y los planes son seguir instalando más en otros lugares del país.
El radar de Lyon, colocado en la ciudad de Bron, integra 50 micrófonos y cámaras 3D. Los instalados en la capital gala incorporan cuatro micrófonos y también cámaras 360. Cuando se activen de forma oficial, la policía quedará liberada de las mediciones tradicionales de ruido en las ciudades, lo que les permitirá emplear ese tiempo en otras tareas.
Los radares de ruido también se han instalado en otros países, como Canadá, Emiratos Árabes Unidos o Suiza. En ciudades como Nueva York, que recientemente ha dado luz verde a un proyecto de ley que endurece la emisión excesiva de decibelios generada por los vehículos, también luchan contra la contaminación acústica, pero de otra manera.
Entre otras medidas incluidas en la ley, y como una experiencia piloto, en la ciudad se ha instalado un dispositivo capaz de captar los límites de ruido (por encima de los 85 decibelios) y de identificar la matrícula. Este aparato medidor de sonido no está ideado para poner multas, sino que envía un aviso al propietario del vehículo para que vaya a un taller y realice una inspección. En la carta advierte de que, si no repara el automóvil, se arriesga a que le obliguen a pagar hasta 875 dólares y a que reciba sucesivas sanciones si sigue ignorando la citación.
París es una de las ciudades con mayor contaminación acústica, pero otras le superan: Cantón, Nueva Delhi, El Cairo, Bombay, Estambul, Beijing, Barcelona y Ciudad de México son las más ruidosas, según el Índice mundial de audición elaborado por la aplicación Mimi con datos contaminación acústica de la Organización Mundial de la Salud y la organización SINTEF.
La frenada de los neumáticos sobre el asfalto y el sonido del motor son los ruidos que más estruendo provocan. Pero son las motocicletas de combustión, especialmente las de cilindradas altas, las que más decibelios emiten.
Está claro que cuando el parque de automóviles que circulen por las ciudades corresponda mayoritariamente a vehículos eléctricos, como los Volvo C40 Recharge y XC 40 Recharge, terminarán los problemas de contaminación acústica por el tráfico, ya que precisamente son extremadamente silenciosos, demasiado en determinadas circunstancias para los peatones. Es más, una normativa europea obliga desde 2021 a que estén equipados con un avisador acústico que alerte de la presencia del vehículo a las personas para evitar atropellos.
