Los avances en telecomunicaciones han hecho posible manejar a operar de forma instantánea todo tipo de mecanismos, dispositivos y vehículos. Cada uno de ellos tiene sus complicaciones: los tiempos de latencia (retardos), la capacidad de las redes de comunicaciones (ancho de banda), la disponibilidad de conexión directa (cobertura)… Además de esto, hace décadas que se viene experimentando con ideas respecto a la teleconducción aunque la tecnología todavía no estaba lo suficientemente avanzada. Ahora una startup alemana, Vay, trabaja sobre el terreno en Berlín con unos coches manejados a distancia, una especie de robotaxis que se conducen de forma remota desde una central para recoger a los pasajeros, que entonces los conducen en persona para luego dejar que prosigan su camino de forma autónoma.
La idea resulta a la vez ingeniosa y un tanto extraña. Por un lado recuerda a las instalaciones en las que pilotos profesionales manejan a drones que operan volando en misiones de salvamento o exploración; por otra parece un salón de videojuegos con cabinas de coches que parecen simuladores. En Vay llaman a esto teleconducción y a los operarios que manejan los vehículos teleconductores. El funcionamiento de todo el proceso es claro y es sencillo: cuando los clientes necesitan un coche de alquiler para ir a algún sitio, lo solicitan en una app. Pero en vez de ir andando hasta donde está aparcado el coche, es el coche el que va a ellos: un teleconductor conduce el vehículo (sin nadie en su interior) hasta el lugar en que está el cliente. Una vez allí es el propio cliente el que se sube y toma el volante para ir a su destino. Al llegar basta parar el coche y bajarse: no hay que buscar aparcamiento pues el teleconductor se encarga de llevar el coche a otro sitio, como si fuera un aparcacoches siempre disponible.
Lo primero que está haciendo Vay es tener claro que la seguridad es lo primero, y su objetivo es que sus vehículos sean más seguros incluso que los automóviles convencionales que circulan por la ciudad.
Para esto tienen capacidad de controlar los cuatro tipos de accidentes más frecuentes y graves que se dan en las calles: los producidos por conductores que sobrepasan los límites del alcohol, por velocidad excesiva, por distracciones o por cansancio. Los vehículos además respetan siempre las señales y velocidades máximas.
Además de esto, todo el sistema de conducción remota y funcionamiento de Vay cumple los estándares ISO26262 (Seguridad funcional en automóviles) e ISO21434 (Ingeniería de ciberseguridad en vehículos de carretera).
Los diversos componentes de comunicaciones y control de vehículo están duplicados y son redundantes, desde el hardware que se utiliza a la conectividad a través de la red móvil. Al moverse por ciudad la cobertura está garantizada, pero el sistema es consciente en todo momento si acaso hay que atravesar túneles, si hay un fallo en la red móvil o si sucede cualquier imprevisto, de modo que el coche se puede detener con seguridad. Los teleconductores cuentan con pantallas de 360 grados alrededor del vehículo, sistemas de visión artificial «aumentada» que identifican y resaltan a los peatones, ciclistas y otros vehículos y otro tipo de ayudas técnicas. Todo ello con vídeo de calidad y órdenes al volante, freno y acelerador que se transmiten en muy pocos milisegundos.
La empresa actualmente evalúa hasta qué punto pueden intervenir los teleconductores, porque en realidad esto depende de la normativa y regulación de las diferentes ciudades y puede ir desde una intervención mínima a tomar el control si el conductor que ha solicitado el coche no puede hacerlo por sí mismo. Son aspectos sobre los que hay que investigar todavía mucho tanto desde los puntos de vista técnicos como legales.
La idea de Vay es combinar lo mejor de la teleconducción y de la conducción humana: los operadores conducen en remoto cuando es necesario y resulta más seguro –especialmente cuando no hay nadie en el vehículo– ahorrando tiempo y conduciendo de forma más eficiente: puede servir a más clientes, evita emitir emisiones contaminantes y contribuye a descongestionar las ciudades. La conducción humana queda para la parte principal del proceso, cuando se trata de «llegar de un sitio a otro». Es algo que los coches del futuro podrán hacer en unos años por sí mismos, pero está claro que hoy aún queda lejos y ni siquiera se sabe hasta qué punto compensará o si se podrá conseguir con la seguridad que les vamos a exigir.
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