Una de las mayores preocupaciones técnicas de todos los propietarios de vehículos eléctricos, que de hecho hace a muchos cuestionarse su compra, es la dificultad para encontrar puntos de recarga. Y aunque poco a poco van aumentando en ciudades, carreteras y estaciones de servicio, puede que incluso surjan algunas alternativas interesantes e insospechadas. Una de ellas es la que plantea In Yeop Baek, un estudiante de ingeniería industrial coreano. Su idea: volver al proverbio aquel de “Si Mahoma no puede ir a la montaña, que la montaña vaya a Mahoma“. Pero con drones voladores y apps.
Lo que de momento es un diseño conceptual llamado –apropiadamente– Volt, es un dron cuadricóptero con capacidad para recargar un vehículo eléctrico, si no al completo al menos parcialmente, de modo que pueda llegar a la estación de servicio. El dron utiliza la energía que acumula en su batería especial para volar –pero también para recargar el vehículo mediante un cable estándar con conector compatible. El cable va oculto dentro del dron y basta extraerlo cuando se abre la compuerta de la parte superior.
Para solicitar la asistencia de un dron, el usuario simplemente tiene que llamarlo con una app, como quien llama un taxi o pide una pizza. La app consulta las estaciones de servicio con cargadores eléctricos más cercanas y envía desde allí un dron de la “flota”. El dron sólo tiene que recargar el vehículo lo suficiente como para que pueda llegar hasta el punto de recarga; de este modo podría ser más ligero y tener un mayor alcance. Actualmente hay drones autónomos capaces de volar con varios kilogramos de peso, incluso decenas, cuyo uso se están planteando incluso las empresas de mensajería.
El diseño del dron es relativamente convencional, con los cuatro rotores separados del cuerpo principal y cuatro patas. Va equipado con una cámara en la parte inferior, con la que puede evitar obstáculos y además cuenta con una rejilla trasera de ventilación, por si se hace necesario expulsar calor.
Lo interesante de este diseño conceptual –que como tantos, puede que acabe siendo una realidad o puede que no– es que los componentes y las tecnologías necesarias para llevarlo a cabo existen –y es cuestión de unirlas y comprobar que el invento es funcional. El principal problema sería probablemente poder fabricarlo a un tamaño razonable para que pudiera transportar una batería de capacidad media, además del cable de conexión. Dependiendo de su tamaño y debido a que se trataría de un dron de vuelo autónomo para servicios profesionales, entrarían en juego las normas y reglamentos sobre estas “aeronaves no tripuladas” que son algo más exigentes que las de los drones para “uso recreativo” que pilotan habitualmente los aficionados al tema.