El plástico nos rodea, envuelve los alimentos que adquirimos, tiene mil formas como botellas de agua o refrescos, da forma a las bolsas que empleamos y se usa prácticamente para todo. A la vez, es uno de los desechos más contaminantes que existen, tarda mucho en desaparecer, se mezcla con los suelos… El desecho de plástico atenta contra el medio ambiente, y por eso en Francia han decidido prohibir los plásticos desechables, como los vasos y platos.
La gran mayoría del plástico que se desecha y que puedes ver en cualquier cuneta, descampado o lugar frecuentado por personas sin civismo no es biodegradable, y podría permanecer ahí tirado decenas de años sin apenas cambios.
Las cadenas de supermercados y negocios en general están cobrando unos pocos céntimos de euro por cada bolsa, en principio para fomentar la reutilización de las bolsas que ya poseemos, o que la gente tienda a utilizar los antiguos carros de la compra o bolsas de otros materiales.
Se estima que cada año terminan en el océano entre 10 y 20 toneladas de plástico
Sin embargo, los datos en cuanto a residuos plásticos son alarmantes. La producción de plástico es enorme en todo el mundo (y cada vez se produce más, pero no se recicla más) y sobre todo en productos como las bolsas de plástico; las botellas de bebidas; los platos, vasos, tapas de tazas de plástico; los cubiertos de plástico; las pajitas de plástico; los plásticos para envolver mercancías (sí, los de burbujas); jeringuillas desechables; recipientes de envasado de alimentos…
El plástico se amontona en las playas, contamina los océanos y es ingerido por peces y microorganismos, contaminando la pirámide alimentaria (o contribuyendo a ello). Cada vez hay más acciones de voluntarios para las limpiezas de las playas, como ya hemos visto anteriormente en España gracias a la Grímpola Ecomar, y eso es importante. Lo que ocurre es que es un proceso lento, y sobre todo no puede evitar el origen de los males: la fabricación y comercialización de productos de plástico desechables.
En Francia lo han entendido así y por eso han prohibido totalmente este tipo de productos, empezando por los vasos y platos (ejemplo: las máquinas de café ya no podrán usar vasitos ni cucharillas de plástico). Se estima que cada segundo se desechan 150 vasos de plástico en Francia, lo que hace un total de más de 4.700 millones de ellos al año, de los cuales tan solo el 1% se llega a reciclar. Ante estas cifras solo cabe actuar, y en Francia solo se admitirán utensilios desechables compuestos en un 50% por materiales de origen biológico para 2020, elevando el porcentaje al 60% en 2015.
¿Tiene sentido prohibir este tipo de productos? A priori sí, cuando lo que se desea es frenar el aumento de desperdicios de esta clase y concienciar a las personas de que utilicen alternativas. Como siempre sucede, existen alternativas (algunas llevadas un tanto al extremo) a los plásticos desechables. Debemos pensar que son tan cómodos de usar como contaminantes y, por ello, el esfuerzo a realizar debería ser genuino.
Seguramente, éste sea tan solo un primer paso en el camino hacia la reducción significativa de residuos plásticos en el mundo. El reciclaje funciona a medias (en realidad se recicla a medias, y son las personas las que dejan los desperdicios en los parques, playas, bosques y aceras), pero si no disponemos de plástico que tirar, al menos eso habremos ganado.