El acuerdo entre Uber y Volvo sigue avanzando. La alianza estratégica y tecnológica entre ambas compañías para el despliegue de una red de vehículos completamente autónomos y funcionales en 2021 alcanzará un nuevo hito en un plazo aproximado de 18 meses. Será a mediados de 2019 cuando empezarán a funcionar en la práctica los taxis autónomos para el transporte de pasajeros, según el CEO de Uber, Dara Khosrowshahi.
Esto tiene diversas implicaciones, pero sobre todo ha de tenerse en cuenta que no estamos hablando de un “desembarco masivo”, sino de una introducción gradual. Es decir, no se puede esperar que cada viaje contratado con Uber se haga en un coche autónomo, pero sí se estima que un 5% de los viajeros se encontrarán con un viaje sin conductor. La idea es que solo se enviarán coches automatizados en aquellos casos en los que el trayecto sea fácil. Es decir, solo se enviarán estos coches a los trayectos que tengan perfectamente “mapeados” y en los que la empresa confíe en poder llevarlos a cabo sin problemas.
En otros casos como, por ejemplo, trayectos que no estén lo suficientemente probados, o para los que no se disponga de mapas completos, y también en casos de malas condiciones atmosféricas, el trayecto lo realizará un conductor humano.
La idea es incrementar la presencia de coches sin conductor año tras año para mejorar ese 5% de posibilidades, y también dar la posibilidad de los viajeros de elegir si desean un coche con conductor humano, o bien un coche 100% autónomo. Pero eso, como decimos, llegará con el tiempo.
El reto de introducir los coches autónomos en las calles
No deja de sorprender cómo una compañía de transporte de viajeros como Uber está enfocando la introducción en el tráfico real de los coches autónomos. El reto es impresionante porque entran en juego muchos factores y variables: la disponibilidad de mapas detallados para la navegación segura o la legislación, que debe acompañar al despliegue del coche autónomo para conseguir una buena convivencia entre conductores humanos y no humanos, son algunas de las principales barreras.
Además, la adaptación del pasajero a un coche sin conductor no se debe tomar a la ligera. Una cosa es que nos interese la idea (sobre todo a quienes no desean adquirir un vehículo, ni conducir), pero otra bien diferente es subirse a un coche sin conductor y confiar plenamente en sus “habilidades”.
Esa es la razón fundamental, aparte de la propia prueba del sistema en situación real, por la que se realizan pruebas con personas. Sin ellas, subirnos a un robotaxi puede ser una experiencia “incómoda” por el mero hecho de que no vemos un conductor. Las pruebas con familias (como sucede en el proyecto Drive Me) sirven no solo para conocer las costumbres y el grado de uso de los vehículos en el día a día, sino para entender la reacción humana ante el siguiente nivel de transporte… sin humanos al volante.