Innovación

Cómo con la informática y la tecnología aeroespacial de los años 60 llegamos a la Luna

Una pregunta recurrente ahora que se celebra el 50º Aniversario de la misión Apolo 11 que llevo a los primeros astronautas a pisar la Luna tiene que ver con la tecnología aeroespacial de entonces y la de hoy en día. ¿Cómo fue posible sin apenas ordenadores? ¿De verdad hacían cálculos con papel y lápiz? ¿Por qué –si ahora debería ser más fácil tecnológicamente un viaje de ese tipo– no hemos vuelto a la Luna tras tantos años?

Teorías conspiranoicas aparte, lo cierto es que son buenas preguntas cuya explicación tiene muchos matices. La tecnología aeroespacial, y de todo tipo de transportes, ha evolucionado mucho desde entonces, y hoy muchos coches son como “ordenadores con ruedas” y de los aviones a reacción se dice que son “ladrillos controlados por ordenador”.

Pero eso no quiere decir que los ordenadores, el software o los microchips sean obligatorios para su funcionamiento. Las avionetas, planeadores e incluso algunos aviones grandes pueden volar con poca electrónica (o al menos planear) y llegar a su destino. Otro tanto sucede con los automóviles, camiones, barcos o con los vehículos espaciales de los años 60: eran primitivos, sí, pero funcionaban. En realidad lo que más ha evolucionado desde hace 50 años ha sido la electrónica (sensores, control y guiado, miniaturización, comunicaciones); las leyes de la física y los principios que hacen moverse a los cohetes son los mismos.

El hecho de cambiar los sistemas de control y navegación manuales por sistemas controlados por ordenador y de otro tipo es más práctico y ha abierto nuevas posibilidades, incluyendo que tengan una respuesta mejor y más “fina”, que no requieran tanta fuerza física (dirección asistida) y que un ordenador realice las funciones de piloto automático. Pero si en vez de ello hay una persona moviendo un volante, palancas o un joystick que activa propulsores (como los de los módulos del Apolo 11) la cosa también funciona.

Veamos algunos hechos sobre la tecnología de la época:

  • El único ordenador genérico de las misiones Apolo era el Apollo Guidance Computer (AGC), con unos 2 KB de memoria RAM, una ROM de 36K y operando a 2 MHz. En “potencia de cálculo” era comparable a los ordenadores “familiares” de primera generación, como el Apple II o el Commodore PET/Vic-20. Había dos copias del AGC: una en el módulo de mando y otra en el módulo lunar. Aparte de esto había un ordenador para el lanzamiento y puesta en órbita del cohete Saturno V (LVDC) y otro como respaldo (AGS) para el caso de que fallara el sistema de guiado del módulo lunar, que actuaba de forma menos precisa pero a modo de “piloto automático”. El AGC se usaba tanto para realizar cálculos como –mediante unas interfaces electrónicas– navegar, guiar y controlar la nave espacial.
  • Se suele comparar el ordenador de las misiones Apolo con un teléfono móvil de la década actual para ver la magnitud de las diferencias. Si se hacen los cálculos comparando con un iPhone 6, por ejemplo –que ni siquiera es muy actual, pero sí muy común– un smartphone moderno tiene más o menos 100.000 veces más transistores, corriendo a una frecuencia de reloj 32.000 veces más rápida y ejecutando instrucciones unas 80 millones de veces más deprisa. De modo que a grandes rasgos es cerca de 120 millones de veces más potente. Pero tampoco empleaba una complicada pantalla: el panel del AGC eran apenas una decena de indicadores luminosos y cinco filas con algunos dígitos.
  • El AGC era un ordenador a prueba de fallos. Estaba diseño de modo que las tareas importantes tuvieran prioridad, pudieran interrumpirse unas a otras y en caso de conflictos o problemas se recuperara sólo. De hecho, se dice que aunque fuera un ordenador miles de veces menos potente que un iPhone sería más seguro viajar con uno de esos que con un dispositivo más moderno y menos probado. Esta es una de las razones por la que los ordenadores y equipos de la Estación Espacial Internacional, los Transbordadores Espaciales o las sondas interplanetarias llevan siempre chips, cámaras, sensores y electrónica aparentemente “un poco antiguos”: porque han de fabricarse a prueba de fallos y haberse probado suficientemente bien durante años.

NASA tecnología aeroespacial
Por otro lado, los cálculos con lápiz y papel eran comunes en la época; muchos no necesitaban de una precisión sobrehumana o más de unos pocos decimales. Los astronautas podían realizar cálculos de trayectorias, ajustes, tiempos y similares con los datos que obtenían de sus instrumentos usando el AGC, pero alternativamente lápiz y papel, a veces ayudados por formularios donde se indicaban los valores necesarios. Normalmente, los verificaban por radio con el Control de Misión, donde había más ingenieros y las famosas calculadoras (las mujeres de la película ‘Figuras ocultas‘) que los repasaban con sus ordenadores o también a mano si era necesario.

Irónicamente uno de los campos en los que más se ha avanzado en estas décadas tienen que ver con la forma en que se tomaban las fotografías y películas de la época: película fotográfica química en color y blanco y negro, e imágenes en vídeo de baja calidad. La “calidad TV” de las transmisiones tampoco era gran cosa, pero nos dejó imágenes icónicas. Comparativamente, hoy en día la miniaturización de la electrónica nos permite obtener imágenes con mucho más detalle y calidad de lugares mucho más lejanos (planetas y cometas)… pero no pudimos tenerlas de la Luna hasta que llegaron nuevas sondas allí, como la Kaguya japonesa en 2007.

Respecto a las razones por las que no hemos vuelto a poner los pies en la Luna desde hace 50 años no son tanto tecnológicas como económicas y políticas. Llegar, llegamos (de hecho, cinco veces más, hasta 1972). Pero la Luna no ofrecía gran cosa aparte de rocas y polvo. Y con eso la carrera espacial con los soviéticos acabó. Así que a partir de entonces era económicamente difícil justificar volver a ir al mismo sitio habiendo otras cosas aparentemente más urgentes. Otras misiones más “prácticas” tomaron el relevo, como las de las sondas interplanetarias y principalmente el Transbordador Espacial y luego la Estación Espacial Internacional.

Hoy es más fácil enviar robots que personas a cualquier lado, pero aun así la Luna es un buen puesto avanzado en el que practicar cómo establecer un asentamiento o laboratorio permanente. Hay muchas cosas por investigar y enigmas científicos por resolver; cosas que las personas hemos de hacer “estando allí”, porque un robot manejado a distancia no puede apreciar el contexto ni la situación. La Luna también puede servir como punto intermedio para llegar a Marte en una futura misión dentro de unas décadas. De modo que quizá pronto veamos nuevos cohetes y astronautas posándose sobre nuestro querido satélite, aunque gran parte de la tecnología que utilizarán se parecerá mucho a la de los años 60. Al menos, eso sí, veremos imágenes de astronautas y sus paseos en vídeo a todo color en alta resolución.

Foto | NASA

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