A mediados de los 70 la tecnología permitió fabricar los primeros airbags –idea patentada décadas antes– y en Europa comenzaron a llegar a principios de los 90. Su demostrada efectividad hizo que desde entonces, y sobre todo a partir de los años 2000, se utilizaran en todo tipo de variantes: airbags laterales, de cortinilla, de rodilla, centrales… y que su uso se hiciera obligatorio en todos los coches. La cuestión ya no era si el coche tenía airbags o no sino cuántos y dónde. Mucha gente perdió la cuenta.
Pero además de en automóviles también surgieron los airbags para peatones: instalados en el exterior de los coches permiten reducir el riesgo de lesiones; de hecho Volvo fue el primer fabricante en incluirlo como equipamiento estándar en el Volvo V40 allá por 2012. También se comenzaron a usar airbags en las motocicletas a partir de 2006 y hoy en día los corredores de MotoGP llevan airbags incluidos en sus trajes, con buenos resultados.
¿Y qué hay de las bicicletas?
El fabricante sueco Hóvding tiene una propuesta bastante interesante: un “casco de bicicleta” que no es un casco, sino una especie de casco-airbag que va plegado en una especie de collar, donde se incorporan los sensores, electrónica y componentes necesarios para evitar daños en la cabeza en caso de accidente.
El Hövding 3, que es como se llama este modelo, es una evolución de otras soluciones similares. Tal y como se puede ver en el vídeo [que no tiene sonido, por cierto], se sujeta al cuello como un collarín cómodo y flexible. Al abrocharlo con la cremallera y el cierre de seguridad, se activa, tal y como indican una luz verde y un sonido.
Los sensores giroscópicos del Hövding calculan los movimientos del ciclista a velocidad ultrarápida: 200 registros por segundo. Se comparan con los movimientos “previstos” por los algoritmos de su software. Si detectan un error o aceleración demasiado rápida e inesperada –señal normalmente inequívoca de una colisión inesperada, como en el caso de los airbags de coche– activan el inflado del dispositivo. Eso requiere tan solo 10 centésimas de segundo y el “casco inflable” cubre toda la cabeza, menos el rostro.
Este modelo de airbag cuenta con una batería para 15 horas de funcionamiento y se recarga con un cable USB normal y corriente. Tiene un aviso de “batería baja” y puede conectarse –opcionalmente– por Bluetooth con el teléfono móvil para registrar datos interesantes como los recorridos, la velocidad de pedaleo y similares. Una función interesante es que si no hay reacción la app del teléfono puede recibir la orden de avisar a los contactos ICE (In Case of Emergency o “En caso de emergencia“) que estén asignados en la agenda.
Como alternativa al casco para entornos urbanos se ve muy interesante, elegante incluso; de hecho se vende en varios colores y diseños. Pero a pesar de ser una tercera versión la tecnología de Hövding todavía tiene sus limitaciones: sólo existe en versión para adultos, requiere recarga (y está limitada a unos 300 ciclos) y puede sufrir excepcionalmente algún “falso positivo”, por ejemplo porque la persona esté andando después de bajarse de la bicicleta y le den un golpe por la espalda (un fuerte saludo) o se tropiece. Pequeñas limitaciones de toda nueva tecnología que, al igual que sucedió con los airbags de los coches, irán mejorando sin duda con el tiempo.